miércoles, 21 de octubre de 2009

Memorias de un Templario Negro (XII)

En ese momento nos creíamos por encima de todas las adversidades, incluso por encima de seres divinos y demoníacos. Juntos, los tres, nos creíamos invencibles, atados con fuertes lazos de amistad que nos protegían los unos a los otros. Seríamos hasta capaces de cambiar el mundo. Juntos no conociamos el sentido de la palabra "imposible".

Pero Amelia no sabía lo que iba a pasar cuando dijo eso. Yo tampoco.

Sigo escribiendo, estábamos en el "Capa y Espada" ¿no?

De entre la jovial y alegre multitud de la taberna se fue aproximando Johan. Éste hombre, recién nombrado Templario Negro, al igual que todos nosotros, era realmente conocido por sus hermanos de armas, y por supuesto, eso nos incluía a nosotros. Pero no destacaba por ser un gran soldado o nada por el estilo, sino más bien porque…estaba majara. Pero Johan era tan extraño que mostraba una sorprendente lucidez en asuntos de religión y fe. Su aspecto, como siempre, dejaba mucho que desear. Era bajo, no tenía un cuerpo atlético, pero se mostraba jovial y fuerte si la situación lo requería. Su pelo era más o menos rizado, de un oscuro intenso que brillaba de lo grasiento que estaba. Realmente no puede decirse que su pelo fuera rizado. Tenía unas cejas espesas y una barba de tres días, y su piel era morena, signo de los trabajadores. Había algo que le caracterizaba, y eso es que sonreía ¡Siempre! Pero no era una sonrisa fraternal como la de Duncant, sino más bien nerviosa. Reía a carcajadas y parecía feliz con cualquier cosa. La verdad es que su aspecto me daba miedo.
Iba saludando a todos y todos le saludaban. Finalmente con tres jarras de cerveza llenas se acabó sentando en el sitio libre que había en nuestra mesa.
-¡Saludos hijos del Señor alabado sea Su nombre y bienaventurados hermanos míos!-le hubiera quedado bien el saludo si no fuera porque sus ojos parecían que iban a salir de sus órbitas y porque se había quedado sin aliento de lo rápido que lo había dicho. Además lo dijo con un tono que no me acababa de convencer de este saludo.
-Saludos Johan, te pediría que te sentaras con nosotros, pero veo que te has adelantado a mis ruegos-saludó Duncant con una sonrisa.
Johan le dio un fuerte golpe en la espalda que me dolió hasta a mí.
-¡Dios ha escuchado tus ruegos, pequeño!
-¿Qué te trae hasta aquí?-le pregunté
-¡Oh! Nada mi querido Isaac. Solo busco a mis compañeros de escuadra. ¿No os habrá tocado la 6ª compañía de Templarios Negros no?
-Pues…si
-¡Alabado sea el Señor!¡He aquí a mis compañeros¡-gritó mientras recogía nuestras cabezas y las juntaba para comenzar a besar nuestros cueros cabelludos-¡Habéis tenido suerte!¡Dios me ha enviado para protegeros y evitar vuestros males en la batalla!¡Seremos la mejor escuadra de Templarios Negros!
Parpadeé incrédulo.
-¿Dios te ha enviado a protegernos y salvarnos de nuestros males?- le cuestioné a Johan intentando buscar su rostro, debido a que tenía la cabeza aprisionada por sus brazos.
-Si. Creo que Dios está un poco chalado.- contestó muy serio.
Al decir esto último liberó nuestras cabezas y empezó a beber sus jarras de cerveza una detrás de otra. Luego continuó hablando:
-¡Y más nos vale ser buenos soldados, nos ha tocado ni más ni menos un armatura de dudosa reputación! Dicen que perdió todo un regimiento de Templarios Negros en una simple misión. ¡El mejor de toda la orden!
Amelia intervino esta vez.
-¿Quién es? ¿Cómo se llama ese armatura?
Johan pareció dudar.
-Gurk, no, Guork…No, espera ¿Gor? No, joder así no era. Esperad.

Más allá de toda lógica Johan se puso a rezar. Había cerrado los ojos y gesticulaba la boca, tal vez pidiendo a Dios ayuda para recordar el nombre del maldito armatura. La verdad preferiría que Johan se quedara rezando toda la noche. Cuando no rezaba era realmente una persona hiperactiva, tenía los ojos abiertos como un búho, y los movía continuamente. Además su sonrisa se graduaba irregularmente, a veces mostraba todos sus dientes malsanos, a veces no.
-¡Ya lo recuerdo! ¿Vas a beberte eso? ¿No, verdad?-Inmediatamente se apoderó de mi jarra, la más llena de la mesa, mientras yo me quedaba atónito pues creía que iba a escupir el maldito nombre.
Una vez acabada la jarra nos miró como si no nos conociera. Amelia volvió a preguntar.
-¿Y bien? ¿Recuerdas el nombre del armatura?
-¿Qué armatura?-juro que lo dijo totalmente perplejo.
-¡El de nuestra compañía garrulo!- Amelia expresaba toda mi impaciencia por algo que ya no sabía por qué era importante, después de todo, no era más que un nombre.
-Te lo diré…si me concedes este baile- Johan intentaba realizar un guiño, pero no conseguía hacerlo y cerraba los dos ojos a la vez.
Amelia arqueó una ceja.
-¿Qué tal mi cerveza?
-¡Te quieeeeero!-dijo agarrando la jarra de Amelia con ansia-¿Habéis oído los rumores de guerra? Dicen que Lisboa piensa volver a negarse a la Igle... ¡Gorke! Si…Gorke se llama el armatura.
Miró al cielo y le agradeció al Todopoderoso el poder recordar el nombre. Después miró a Duncant.
-Duncant ¿Me das tu cerveza?
-Creo que has bebido suficiente.
Johan le volvió a machacar la espalda a Duncant con un tortazo de compañero mientras se levantaba.
-¡Nunca es suficiente para mí! Me voy. Lo siento Amelia, otro día bailaré contigo. Sé que lo deseabas, de veras-ahora hacía morritos con la boca llena de espuma de cerveza.
-Ya…anda lárgate tarugo- Amelia, como todos nosotros, estaba deseando que se largara ya, aunque en realidad, Johan no era tan mal tipo.

Cuando se alejó nos volvimos hacia el fondo de nuestras jarras, callados. Un pesado silencio se abrió entre nosotros a pesar de la fiesta que se desencadenaba a nuestro alrededor. Nuestro final se aproximaba a pasos agigantados. Íbamos a ser enviados a la escuadra que realizaba las misiones más peligrosas y, francamente, la total aniquilación de la anterior promoción no nos acababa de alegrar el día. Era como si esperáramos nuestra muerte, una muerte próxima y cercana.
Al fin abrí la boca para acabar con el incómodo silencio.
-Bueno, entonces, por lo que he entendido de todo esto es que nos ha tocado el peor sargento de toda la Orden. Gorke. Perdió a toda su compañía en una simple misión. Y no una escuadra cualquiera, la 6ª compañía, la mejor de la orden. A la que vamos a ir a parar nosotros. ¿Qué opináis?
Nadie dijo nada durante unos largos segundos. Amelia clavó su daga en la mesa con fuerza.
-¡Ni hablar! Aunque ese tal Gorke mande a la ruina nuestra escuadra, si estamos juntos, superaremos cualquier estupidez suya.
-Entonces no nos queda otra-dijo Duncant.-Estaremos más unidos que nunca. ¿Estáis conmigo?
-¡Si!-dijimos al unísono.


Hicimos mal al en juzgar a quién todavía no conocíamos...

1 comentario:

  1. Muchacho, algún día te darás cuenta de que no es oro todo lo que reluce...

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