viernes, 1 de abril de 2011

Memorias de un Templario Negro (XXXVI)

Menos mal que en el Negro Temple nos instruyeron para todas las situaciones, hasta para nadar. Si no, no hubiera sobrevivido tanto tiempo en los mares ni haber podido sacar a Juan Olivera del agua. El íbero (creo que antiguamente a los habitantes de la península Ibérica se les llamaban españoles y portugueses) estaba flotando en lo alto de una de las cientos de tablas de maderas que había en la costa. Los restos de la galera inquisitorial que partía a Chipre estaban llegando a tierra. Entre el muchacho rubio Timmy y yo, sacamos a Olivera. Ya en la arena, parecía respirar trabajosamente.

-¡Se ahoga!- dijo el niño con impotencia, me miraba como si yo supiera qué hacer.- ¡Haz algo!

-Esto no es como vendar una herida o hacer un torniquete, no tengo ni idea de qué hacer. ¡Estas cosas son para los Rafaelitas, demonios!

-¿Quiénes?- preguntó curioso y estresado el chico.- ¿Son ángeles?

-Eh, déjalo, no encontraremos ninguno, nunca están cuando más lo necesitas.

"¿Acaso estoy perdiendo la fe en ellos?"

-¡Pues algo habrá que hacer!- el chico empezó a pegarle en el pecho de forma bestial, como si así pudiera sacar el agua de sus pulmones.- ¡Respira amo Olivera!

-No podemos hacer nada, está en manos de Dios.- era una forma extraña de tranquilizar a alguien.


Timmy se sentó en la arena con el pelo despeinado y se le encogió el corazón, sin poder hacer nada.


-No llores.- le rogué incómodo-. Se recuperará...aún respira.

"Por el amor de Dios, que se recupere"

-Él es como un hermano mayor...-sollozó limpiándose los ojos con la manga de la sucia camisa-. Un escaqueado, un bruto y un vago...pero un hermano mayor al fin y al cabo. Me salvó la vida cuando naufragamos- hizo una pausa para respirar hondo-. Quedé atrapado cuando se partió la embarcación y se quedó conmigo, me subió hasta el puente de la galera a cuestas...

-Mierda...-dije al ver cómo el cuerpo inmóvil de Olivera se empezaba a contorsionar en espasmos, Timmy se tapó los ojos.

-¡Se está muriendo!- gritó el niño histérico.

-No...espera.- dije expectante.


Juan Olivera se puso de lado por los espasmos y empezó a echar agua entre toses y vómitos.


-Se está recuperando.- concluí.


Pasaron horas, estaba anocheciendo en las playas de lo que Timmy decía que era Graecus (Grecia) y Juan Olivera se estaba recuperando. Estábamos tumbados en la arena, mugrientos y hambrientos, mirando como el astro rey se escabullía cansado del mundo tras el horizonte.


-Ojú, espero no volver a pisar un barco en mi jodía vida.- fueron sus primeras palabras después de estar un rato descansando.

-Ni yo.- respondimos Timmy y yo a la vez.


Suspiramos a la vez. La fina arena de la playa era realmente cómoda.


-Supongo que la Iglesia se quedó sin esclavos para Tierra Santa.-fue mas bien un pensamiento en voz alta.

-Yo no estaría tan seguro, "señó". Se están movilizando muchas más embarcaciones y caravanas de esclavos hacia esa zona.

-¿Eso es normal...?

-La Iglesia lo hace, pero no tan masivamente...Me pregunto qué demonios piensan hacer con tanta gente. Lo curioso es que la gran mayoría de ellos no eran aptos para el combate.

-¿Qué quieres decir?

-Sí...no sabría decirle, toda esa gente ha pasado por manos de la Inquisición, acababan perdiendo la voluntad, las ganas de vivir, se convertían en rebaño, ahora lo están pastoreando hasta Jerusalem. Lo más extraño de todo, es que entre los condenados hay miles de niños.


"¿Niños? Se supone que los niños son sagrados..."


Aquello era condenadamente extraño...y la Iglesia tenía un oscuro motivo para hacer lo que estaba haciendo, ya lo veréis tal y como lo vi yo con mis propios ojos.

Timmy y Olivera se pusieron a hablar de a dónde ir próximamente y acordaron seguir al chico pues su ciudad natal (aunque bajo una tiranía pagana) estaba próxima.

No podía concentrarme en lo que hablaban. Ya me era difícil aceptar lo que le hacía mi Iglesia a esas pobres gentes como para que encima hubiera un asunto turbulento en semejante movilización de esclavos. Tantas almas...


"¿Qué pretende hacer mi Madre Iglesia con un rebaño maltratado y sin voluntad de vivir...tan lejos de Europa? ¿Y por qué la Inquisición me sugerió que fuera a Tierra Santa para cumplir mi deuda con ellos? ¿A qué viene semejante éxodo de condenados y malditos?"


Los tres volvimos a mirar el cielo. La luna estaba roja, mal augurio, hoy se iba a derramar mucha sangre.


Quién iba a imaginarse que ese derramamiento se producía en Florencia...y que mis amigos se encontraban entre toda aquella sangre, fuego y acero.

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Lejos de allí, en Italia, el sol se ponía también en el Palacio Apostólico en Roma AEterna. La sala blanca del Palacio poseía barrocos adornos dorados, con un enorme ventanal situado al fondo del despacho, custodiado por fantasmales cortinas rojas. Un niño descalzo vestido con una sencilla y humilde túnica blanca miraba por la enorme ventana blindada que daba a la plaza de San Pedro. La plaza estaba siempre abrazada por los imponentes pilares impolutos que formaban una especie de omega Desde esa ventana todos los domingos el niño salía para orar el Angelus, pero ese día las gentes estaban ausentes y los pocos que paseaban por aquellos patios eran Cardenales del Consistorio. Mientras miraba por la ventana como un prisionero (pues así se sentía), apoyaba una mano sobre el cristal. El niño tenía la mirada blanca y apagada, vieja y sabia, su piel sin embargo, era una piel joven y tierna. Muy joven y tierna incluso para un niño...quien iba a decir que aquél chico había vivido más de 300 años. El Pontifex Máximus Petrus Secundus respiró con añoranza y empañó el cristal por unos segundos. Habían caído gotas en el cristal...estaba empezando a llover sobre Roma. La lluvia le traía malos recuerdos, pero no era eso lo que le preocupaba, le preocupaba su mano, la mano acariciaba el cristal de la ventana. Estaba rugosa y las venas marcaban dándole un relieve espeluznante a sus infantiles manos.

Después de tantos siglos, el Pontifex Máximus Petrus Secundus, presentaba síntomas de vejez.

Cerró los ojos y volvió a suspirar amargamente...y en su aliento descargó todas aquellas imágenes que había visto hacía siglos. Hacía tantos siglo de aquello, pero él no había cambiado un ápice.

Sin embargo, por primera vez, su inmortalidad estaba empezando a ceder. Aquél pacto hace siglos con aquella voz que consideraba Dios se estaba cerrando, pero sabía como renovarlo.

Cuando todo comenzó era diferente. Fueron días difíciles para un niño. Vió a los hombres ir y venir en caravanas de dolor. Vió a los adultos caer como insectos ante un enemigo invisible al que llamaban Baile de San Vito. Los vió morir convulsionándose desgarradoramente, con una danza macabra. Las ciudades quedaban desiertas en cuestión de segundos, y en los pueblos los niños se encerraban en sus casas mientras veían morir a sus padres súbitamente. Vió revueltas, cuarentenas y ejecuciones contra los infectados. Las televisiones, radio, Internet...todo funcionaba día y noche hasta colapsarse. En las épocas de terror las informaciones se dispararon, bombardeaban las centrales de comunicación, toda noticia o rumor fue bienvenida para matar la incertidumbre. Francia fue la primera en caer ante el virus y los científicos alemanes se encerraron en sus búnkeres para buscar una cura en vano. Luego recordó el despertar de madre tierra: recordó los terremotos que asolaron Japón, el hundimiento de las casas de Chile, los tornados de Estados Unidos, las olas gigantes empujadas a asolar las costas de España e Italia, el mar fueé a reclamar lo que una vez fue suyo. Las materias primas se agotaron, ardieron. Comenzaron las guerras: una perfecta Tercera Guerra Mundial. La guerra nuclear se disparó, se bombardeó todo rincón del planeta por motivos políticos, religiosos...o simplemente por poder llevarse algo de comida a la boca. Enfrentó al hermano con el hermano, al padre con el hijo, la madre moría de pena y el niño marchaba a la guerra. Uno moría como un perro sin motivo alguno. Sacó lo peor de la Humanidad. La OTAN, encabezados por el presidente de los Estados Unidos, se ensañó con los paises árabes y orientales, culpándolos del Baile de San Vito. Los líderes occidentales alegaron que todo fue un ataque terrorista rastrero e injusto, que merecían "el castigo de Dios" dijo el presidente de EE. UU. a su pueblo... ¿Cómo estaban tan ciegos, que no veían la mano de Dios en todos aquellos desastres? Recordó las imagenes de Arabia saudí y Oriente Medio irreconocibles y arrasadas hasta las cenizas. La radiactividad llegó a Turquía, Pakistán y la India, comenzaron a nacer niños mutados, carentes de miembros. El mundo se convirtió en un campo de cadáveres hinchados por doquier, ríos contaminados lleno de cuerpos flotantes, mares sembrados de muerte y sal, las sequías hicieron aparecer desiertos donde habían bosques, el cielo se nubló permanentemente y el astro rey se ocultó para no ser testigo de lo que acontecía. Destituyeron políticos por uso improcedente de armas nucleares, pero fueron sustituidos por otros peores. El Baile de San Vito volvió al mundo para fulminar al resto de adultos que habían sobrevivido. Las gentes dejaron de cultivar, nadie cuidaba la tierra. Aparecieron los Infernos sobre los polos, los niveles de las aguas se desbordaron más aún. Ahora los niños sacaban adelante el mundo...ellos solos. Se recordó a si mismo en mitad de ese caos, solo era un crío cuando el Apocalipsis llamó a las puertas del mundo, cuando las estrellas cayeron del cielo y el Segundo Diluvio descargó de las nubes oscuras de Dios. Recordó haber rezado como le enseñó su madre, una de las primeras fallecidas del Baile de San Vito, los científicos incrédulos lo llamaban plaga, pero él sabía que todo iba más allá de una simple plaga. Rezó entre los muertos y los desastres. Los mares embravecidos a su alrededor y montañas coléricas escupiendo fuego no lograron quebrantar su oración. Rezó con paciencia y esperanza, con fervor y contundencia, pidió lo que fuera, cualquier cosa, pagaría lo que fuera con tal de que el mundo no se acabara allí mismo. Su plegaria fue sincera, y las plegarias sinceras nunca son ignoradas. Por fin alguien respondió a sus ruegos. Recordó como en su corazón alguien se comunicaba con él, no eran lenguajes, eran unos latidos sosegados. Se sintió en paz, la hecatombe se desencadenaba a cámara lenta cuando hablaba con Él.

"¿Los sacarías tú adelante?" Le preguntó Él sin voz alguna. "¿Le harás ver la luz de nuevo? ¿Les darás esperanza a la Humanidad? ¿Dejarán de destruir mi regalo si tú les guías? ¿Podrá tu espalda con mi carga? ¿Querrás vivir tanto tiempo? ¿Querrás seguir sufriendo por la vida? Habéis debilitado el alma del mundo, despreciado mi regalo. Vuestra misión está al borde del fracaso. El enigma que os planteé está aún sin resolver. Habéis debilitado la carcel de la Bestia, su fiebre y vuestro mundo se está confundiendo. Los contínuos delirios, locuras y pesadillas de Lucifer están apareciendo en vuestros hogares, infestando vuestra tierra: insectos, engendros oníricos, demonios, pecadores, catástrofes, caos. Si los guías por los siglos de los siglos, nunca se romperá el séptimo sello, pero sabed que os abandonaré y tú serás su pastor. Estaréis solos...Solo si tu respuesta es , el mundo tendrá una remota posibilidad de salvarse..."

"Pero, Padre Celestial" le rogó el niño, azotado por el viento y la lluvia ácida, solitario en lo alto de los montes de Spira; los mares comenzaron a retirarse a su lugar y los rayos del sol volvieron a abrazar al mundo después de mucho tiempo, "no podré llevar tu carga tanto tiempo...no viviré tanto"

"He aquí el sacrificio que debes llevar a cabo si quieres sacrificarte, Pedro" le susurró paternalmente Él.

Y Pedro de Spira lo vió...vió lo que debía hacer para poder sustituir la ausencia de Dios durante siglos. Y le pareció una aberración, una abomimación, algo horrible para un ser humano. Cientos de vidas sufrirán el precio de su inmortalidad. Y él sufriría dolor por los siglos de los siglos...

"Si es por el bien de la humanidad...que así sea. Amén"

Y años después Dios abandonó a la humanidad con la promesa de volver algún día...si el FIN llegaba. Para prorrogar el Apocalípsis, mandó a sus Arcángeles a la tierra tal y como fue recogido en el Génesis Secunda: Miguel, Gabriel, Uriel, Samael, Sariel, Raguel y Rafael. Tras cientos de batallas en los cielos de azufre, los arcángeles decidieron no marcharse con Dios (excepto Sariel) y amparar de lejos a los humanos desde los firmamentos, y raras veces intervinieron. Y aunque ya no había ángeles en la tierra, la Humanidad se las ingenió con la sangre que derramaron éstos en la Tierra. Recordó cuando ordenó manipular la sangre, para emular a los seres divinos al servicio de la Humanidad. Un pecado piadoso. Pero fue justo y necesario.

Mucho tiempo después de aquello alzó de nuevo a la Iglesia en Roma, un niño se había atrevido a alzar la civilización aunque fuera una nueva época de oscuridad parecida a la Edad Media. Levantó a la Iglesia con fe y con un uso religioso de las máquinas del pasado. La tecnología no era herejía si era santificada a un fin común a Dios. Tras la reforma del Palacio Laterano y la Basílica de San Pedro, Pedro de Spira fue elegido Papa, el más joven de la historia de la humanidad (aparentemente). A partir de ahí se le conoció como el Póntifex Máximus Petrus Secundus. Ya lo dijeron las antiguas profecías, el último Papa que tendrá la humanidad se llamará Pedro, igual que el primero. Pero el nuevo Papa no tenía intención de morir, aunque lo deseara. Pensaba ganar esta guerra al Apocalipsis y la Pesadilla del Tentador, costara lo que costara.

- En verdad os digo, que fue justo y necesario...-murmuró en un leve sollozo. Parecía que nunca acababa su sufrimiento. Pero era el pago...por seguir creyendo en la humanidad y en su capacidad de sacrificio. El infante notó la presencia de su más fiel confidente, servidor y consejero- Entrad, Sebastian.

-¿Su Santidad?- se disculpó éste.- Traigo los informes sobre las posibles facciones que se decanten en la futura guerra.

-¿Futura guerra?- preguntó irónico el Pontífice sin apartar la mirada de su mano envejecida repentinamente- Hace demasiado tiempo que empezó todo esto. Nosotros solo seremos testigos del principio del fin. Ocurrirá cuando todas sus piezas estén colocadas...y quien sabe, hasta un vulgar humano puede cambiar el transcurso de la historia.

-El Dux del Gran Ejército Angélico-Cristiano se reunirá con su Eminencia mañana.

-Bien...adelantemos materia.

-De acuerdo. -Sebastian fué hacia un enorme mapa de Europa (que mostraba también parte de Israel) que ocupaba toda la pared lateral. Frente a él, esperó a que el Pontífice se sentara en el enorme trono dorado, con sus peculiar diseño de maquinaria extraña...
Normalmente Petrus Secundus se sentía mejor cuando apoyaba sus manos entre las alas de los ángeles dorados del reposabrazo. Pero esta vez su dolor no se mitigó. Sebastian se dió cuenta, pero el Papa le apremió con un gesto de mano.

-Bien. Ésta es la situación. Los Barones de Iberia y otros núcles amantes de la tecnología están inquietos, aceptan a la Iglesia a regañadientes, pero el descontento es creciente por culpa de la Inquisición.

-Eso ya lo hablamos, la Inquisición es necesaria. Si para purgar un demonio tengo que sacrificar cien inocentes, te aseguró que será justo y necesario.

-Si, pero no es el único, unos Templarios Negros descubrieron en Florencia otra red de tráfico de armas prohibidas. La iniciativa del destape de esta red fue del Obispo Faustino Paissan, al que vuestra eminencia tenía pensado ascender a Arzobispo.

-¿Qué pasaron con las armas de Florencia?

-Desaparecieron, supongo que ardieron en alguna fogata pública, como cualquier cosa tecnológica o libros heréticos.

-No puedo mantener el mundo a base de supuestos.

-Estoy de acuerdo, señor.

-Bien, de momento tenemos núcleos rebeldes dispersos con tecnología prohibida, enamorados del pasado...chatarreros. ¿Qué dicen nuestros espías?

-Creen que pueden estar comunicándose entre ellos...sospechamos que para intercambiar tecnología.

-O para un levantamiento.

-No tendrían nada que hacer contra nuestros Engels, señor. Además tenemos al ejército permanente de los Templarios.

-Esperan su momento para actuar y acabar con todo lo que hemos reconstruido...- dijo el Papa con sudores fríos.

-También hay otra organización a la que hemos calificado de neutrales. Copian a los militares del mundo antiguo, disciplinados, entregados (son voluntarios todos) y con armas de fuego. Se hacen llamar Petirrojos.

-Herejes...

-Son legales dentro de su herejía, si me permite el comentario, señor.

-Permitido. ¿Qué más?

-Se acaban los suministros para las máquinas del Bautismo Angelical. Los Abs de Orden reclaman una solución.

-Ya...-dijo con un hilo de voz, Sebastian continuó.

-Los Engendros Oníricos pululan por el norte y se dice que han hecho una colmena en el Firmamento Raguelita, donde late una mente enjambre enorme. Pero sólo son rumores de guías de la marca locos. También fuero avistados Leviatanes, que hundieron galeras de guerra en el Mediterráneo.

El Pontífice se limitó a asentir.

-Un viejo enemigo ha vuelto de Oriente. Son peores que herejes, pues son fanáticos de una antigua religión que creíamos extinta, la musulmana. Se movilizaron en venganza de todo lo que occidente les hizo hace cientos de años. La Yihad, su guerra santa, no ha muerto para ellos.

-Estúpidos...no dejaremos de matarnos por muchos siglos que pasen. ¿Por qué tenemos tantas dificultades para perdonar y olvidar?- al niño le costaba respirar, su mente era una tormenta de información.

-Los sectarios satánicos han crecido masivamente en pequeñas comunidades...

-Por el amor de Dios...¿Es tu destino que tu mensaje caiga, Señor?- susurró agobiado en el trono, su tez era blanca.

Pegaron a la puerta. Un guardia con alabarda entregó un comunicado a Sebastian. Éste se quedó blanco. El Pontifice le apremió con gesto cansado.

-Sebastian, no tengo todo el día. ¿Qué ha ocurrido ahora?

-Florencia ha caído señor.

-¿Cómo?- dijo el Papa, que estaba extrañamente calmado.

-Por lo visto han derrocado a su Obispo, el antes mencionado Faustino Paissan. El pueblo llano se lanzó contra él, por lo visto repremía a su pueblo con el armamento herético que supuestamente había destapado y quemado...

-¿Otro Obispo corrupto? No me sorprende. ¿Cómo pudieron los campesinos vencer a las armas prohibidas de fuego?

-Eso es lo más extraño. Dicen que ocho caballeros oscuros lideraron al populacho hacia la victoria. Fuentes de la Inquisición corfiman que son los Templarios Negros del Armatura Gorke, unos desgraciados que han desertado porque la Inquisición se llevó a uno de los suyos.

El Póntifex Máximus Petrus Secundus parecía haber envejecido un año por cada mala noticia...no lo parecía, lo había hecho. Sebastian dudó.

-Su Eminencia, su pelo...¿está encaneciendo?

-Sí, Sebastian. Mi tiempo se agota, pues ya no puedo alimentarme solo de la esperanza del mundo. Tengo que prorrogar mi estancia en la Tierra de una manera más drástica. Convoca al Concilio de los Doce. Pedid a un Urielita mande el comunicado a los Caballeros del Círculo de Jerusalem. ¿Mandásteis a los niños y esclavos de la Inquisición a Tierra Santa?

-Sí, su Eminencia, todos los que debían algo a la Inquisición fueron mandados a Tierra Santa tal y como ordenásteis. - yo era uno de ellos e iba de camino mientras ellos hablaban - ¿De verdad quiere seguir pasando por esto?

-Debo...- comenzó a decir el niño, pero rectificó- Debemos hacerlo si queremos continuar. El sacrificio no es solo mío, sino de todos. Así debe ser. Además, sabes que sus almas estarán conmigo...

La tristeza infinita del niño se asomó a sus ojos.


"Si de verdad es justo y necesario...que así sea" pensó el niño envejecido antes de echarse a llorar en la sala del trono del Vaticano.