miércoles, 24 de febrero de 2010

La batalla en la que me mataron.

La batalla me pilló de improvisto.

Nada más escapar de la prisión por alta traición, nuestras tropas atacaron el asentamiento rebelde en el que me infiltré de forma casual y voluntaria. Mifumi (otra infiltrada en el bando rebelde que se oponía al gobernador, pero no de manera casual, como hice yo) hizo derribar de una explosión las cárceles en las que hace un momento estábamos encadenados Ayame y yo. Ella ya hacía tiempo que había escapado. Yo, como ya he dicho, estuve encadenado (otra vez) por alta traición al bando rebelde. A ella...supongo que porque veníamos juntos, y no querían arriesgarse por si ella también estaba en el meollo. Estoy seguro de que se alistó en el ejercito rebelde por su mejor amigo Meigyo, el orejas picudas (aquél al que intenté noquear nada más conocer, primero porque después de muchas malas experiencias no me caían bien los elfos, segundo porque apareció de improvisto en un momento de confusión, y tercero porque no sabía por qué tenía una relación tan cercana y amistosa con Ayame).

A lo que iba, de repente, nuestras tropas atacaron mientras nosotros salíamos en silencio del campamento enemigo. Eran esas criaturas que desarrollaba la sección Delta, a la que pertenezco. Esos biosoldados (bichos, que coño) llovían del cielo. Nunca los había visto. Los rebeldes salían de sus tiendas de campañas y se armaban, alertados por la emboscada, por el ataque sorpresa. Voceríos recorrían todo el campamento. El regimiento de caballería intentaban calmar sus monturas, pero éstas estaban encabritadas por la proximidad de muerte y misera que traía consigo la inminente batalla.

-¿Vas a recuperar tu arma?-quiso saber Mifumi, la que deseaba salir del campo de batalla.

Sonreí, menuda pregunta.

-Por supuesto.

-Pues date prisa.-me apremió duramente.

De repente mi cuerpo pesaba lo que se me antojaba toneladas.

"¿Pero qué...?

Mifumi también parecía arrastrarse hacia el suelo. Seguían lloviendo los biosoldados de nuestra organización.

-¿Qué pasa?-pregunté con un soberano esfuerzo. Una gran fuerza nos empujaba hacia el suelo, haciéndonos imposible correr, y si caminábamos, era con gran esfuerzo.

Mi compañera miró al cielo, a nuestras tropas.

-Controlan la gravedad.

-Y supongo que no van a diferenciar entre amigos y enemigos, ¿verdad?

Ella negó con la cabeza. Con razón quería salir del campo de batalla. Esos biosoldados eran máquinas de matar, no eran verdaderos soldados. En realidad me dan asco, así las batallas no tenían ningún espíritu de lucha y supervivencia. Pero estaban al servicio de nuestro bando, así que no me debo quejar.

Fuí andando trabajosamente por la alta gravedad que creaban nuestros biosoldados. Los sorprendidos rebeldes con los que me cruzaba estaban demasiado ocupados combatiendo a la nueva amenaza que no se daban cuenta de que el acusado por alta traición andaba entre ellos. Llegué a dónde debía encontrarse mi rifle francotirador confiscado. Tuve un altercado con dos de esos hombres árboles que custodiaban el cuartel de la sección "Traición", pero apenas podían moverse por la alta gravedad. Ahí estaba, mi querido rifle. Una monada que siempre me había acompañado en todas mis misiones. La quería tanto (o más) como podía querer a cualquier mujer, y eso que las mujeres me gustan mucho, como sabría cualquiera que me conoce, no paro con las chicas (aunque me den calabazas, como Ayame). Mifumi me gritó desde fuera.
-Cógela y larguémonos.
Ella estaba luchando con los hombres árboles que algún día sirvieron a la Organización. Salí lo más rápido que pude. Mifumi lanzó un artefacto que acabó con los biosoldados, tenía las mangas plagada de ases.
-¡Vámonos!-apremió, no me moví.-¡Muévete!
-Me quedo, voy a mirar en la sección de "Investigación". Voy a sacar toda la información de estos rebeldes.
"Tengo que mirar si Ayame se ha largado de aquí, tendría que haberse ido con su mejor amigo tal y como le dije. Aunque espero que no esté ofreciendo resistencia´a nuestras tropas...o es posible que me vea obligado a acabar con ella, espero que sea sensata. De todas formas iré, si consigo información podré ganar méritos, ya casi huelo el ascenso."
El calor de una enorme llama me alcanzó en la espalda. Me dí la vuelta. Una enorme bola de fuego había alcanzado a Mifumi, que había tirado en dirección contraria a la mía. De repente me sentí furioso con aquellos que no querían la paz con el gobernador de la Organización que había traído la armonía y tranquilidad con su enorme poder. Vi al causante de que el cuerpo de mi compañera ardiese hasta el alma.
"¡Maldito seas, Mode!"
Ella ardía y corría desesperadamente envuelta en llamas. Sentí que debía acabar con su sufrimiento con un disparo. Pero no sabía si guardaba un as en la manga, no sé.... alguna granada con la que immolarse y causar graves daños. Nuestra causa está por encima del dolor. Me dí la vuelta y seguí mi camino. Deseé suerte a mi compañera que me había liberado. La necesitaría para salir de las llamas de Mode, el cambiaformas de fuego.
De repente podía correr libremente en mitad de la batalla, a la que casi era invisible. Mis enemigos estaban tan concetrados en el cielo que no se daban cuenta de mí. Los rebeldes casi estaban reducidos del todo. Las llamas comenzaban a consumir el campamento mientras algunos hacían magia para repeler a nuestros atacantes, en vano, claro. De repente me sentí poderoso por acabar con los que se oponían a la paz.
"Nada podrá con nosotros. Ni Mode, ni el amigo de Ayame...nadie"

Hablando del rey de Roma. Meigyo salía del cuartel de la sección de investigación, a dónde yo me dirigía para apropiarme de toda la documentación. Era una pena que todo ese trabajo cayera en el olvido. El elfo empuñaba una espada que desprendía frío antinatural.
"El frío de la muerte"
Abrió los ojos al ver al condenado por alta traición vagando por el campo de batalla como si nada.
-¿Qué haces?
Me encogí de hombros y sonreí frunciendo el ceño como si no estuviéramos rodeados de fuego y muerte

-Sólo doy una vuelta. Mira, hagamos una cosa: yo tiró por ahí y tu sigues tu camino. No tenemos que pelearnos, ¿verdad?
El parecía enfurecerse.
-¿Qué haces aquí?-repitió empuñando cada vez más fuerte la espada.
-Solo hago mi trabajo. ¿Acaso no sabíais ya que era un traidor?-respondí con sorna.
Mostré mis dientes como un tiburón ante una presa. El caso, es que sabía que yo no tenía ninguna posibilidad contra él, pero el trabajo es el trabajo. Meigyo esgrimió la espada.
-No me dejas elección. Espero que Ayame lo entienda.
-Podíamos haberlo solucionado pacíficamente.-contesté metiendo una bala en la recámara del rifle.
"¡Ven aquí, orejas picudas!"
De repente se convirtió en un borrón veloz. No me sorprendió, una de sus habilidades era su supervelocidad, ya lo sabía. Yo era rápido disparando, pero no tanto. Disparé tres veces con sus correspondientes recargues antes de que me hiriera una pierna. Después me hizo un corte en el brazo.
"Está jugando conmigo"
-¡Puedes acabar conmigo, hazlo!
Seguí disparando a ese objetivo veloz, se volvió a acercar a mí.
"¡Te tengo!"
Disparé cuando lo tuve cerca pero...algo fallaba. El cañón del rifle se separó del arma lentamente.
"Ha cortado el cañón, será hijo de...La has cagado"
Noté el frío de su hoja en mi garganta.
-Ríndete.
Le lancé lo que quedaba de mi arma, lo bloqueó de un estocazo y aproveché su distracción para asestarle un tajo con la espada que tenía al cinto. Le dí, pero no fue un corte muy profundo.
Él sonrió. Le había herido, y eso no lo esperaba ni yo.
Volvió a correr de forma vertiginosa alrededor mía.
-¡Puedes acabar conmigo! ¡Vamos!- le dije ardiente de combate, en circunstancias normales cualquier soldado habría huido, pero...no iba con mi espíritu rechazar un combate.
Me hizo otro corte profundo en la otra pierna, no me quedó más remedio que caer de rodillas.
Estaba delante mía, yo arrodillado delante de él. Me miraba con altivez. Me había derrotado, me había desarmado, pero ni de coña me iba a dar por vencido.
"No va conmigo eso de rendirse"

-Ríndete.
Aún herido de piernas y brazo, intenté asestarle otro tajo. Me desarmó de la espada. Ahora sí que estaba indefenso, pero seguiría luchando.
-No me voy a rendir. -dije respirando trabajosamente.-Acaba conmigo.
El se encongió de hombros, triste.
-Espero que Ayame me perdone.
Suspiré.
"Ayame.."
Le miré a los ojos antes de que su espada acabase conmigo.
-Te perdonará.-dije con una sonrisa cínica.
Intenté aferrar su brazo para apartar el arma de mi pecho, fue un intento desesperado, y vano. Con la velocidad de un rayo, él apartó el brazo.De un movimiento rápido respondió a mi agresión, atravesó mi pecho con la espada de hielo. Pasó rozando mi corazón. Se me nubló la vista. Intenté golpearle. Fallé. Cerré los ojos.

Había muerto.