martes, 30 de junio de 2009

Los Ángeles de la Muerte (I)

-¡Alto!- nos gritó Kanpekiel, el líder de la compañía de engels.

Detuvimos el vuelo y aterrizamos gracilmente, excepto yo, que aterricé de forma un poco bruta. A mi lado aterrizó la urielita Galadriel, y después llegaron el resto: la rafaelita Alariel y al que yo llamaba mi hermano de armas, el gabrielita Raifel. Juntos, Raifle y yo, éramos los ángeles de la Muerte de la compañía, realmente nos comprendíamos perfectamente, al contrario que con el miquelita Kanpekiel.

Hicimos un círculo y en medio aterrizó el miquelita con su cara imperturbable.

-Bien. Estamos en los terrenos limítrofes de la antigua Zurich. No sé qué está pasando allí, pero ya son dos los mensajeros que llegan pidiendo auxilio. Se han mandado unidades de élite de Templarios pero no parece que mejore la situación; así que vamos a prestar la ayuda de los engels ¿¡Galadriel!?
-¡Señor!
-Ve delante. Sé los ojos de la Compañía. Dirección suroeste, en cuanto sepas qué pasa allí, infórmame mediante canal, lo mantendré abierto ¡Miguel y Raifel!

Raifel y yo, los Ángeles de la Muerte, alzamos los rostros y respondimos como uno solo.
-¡Señor!
-¡Vosotros conmigo!Es posible que haya un duro combate y necesitaremos a los ángeles de la muerte.

Raifel y yo nos miramos. Estábamos deseando entrar en combate, aunque ninguno de los dos lo admitiría.

-¡Alariel!
-¿¡Señor?!
-Retaguardia. No nos conviene perder a una sanadora.

Alariel suspiró con una actitud algo impotente y el miquelita la ignoró gritando.

-¡Somos engels del Señor!¡No le de defraudeis!
-¡No te decepcionaremos Señor!-contestámos alzando el vuelo.

¿Qué no le defraudemos?¿Y qué pasa con él? ¿El miquelita no le va a defraudar? ¿Qué se cree este tipo?

Volamos lo más veloces que pudimos, el suelo y la tierra avanzaban a un ritmo vertiginoso bajo mis pies. Noté cómo kanpekiel abría un canal en mi alma, y me sentí conectado a él. De repente escuché dentro de mí la voz de Galadriel.

-¡Herejes! ¡Miles de herejes! Atacan la ciudad. No, no la atacan ¡Ya ha caído! La única resistencia que veo se encuentra en el monasterio, aunque sus murallas están cayendo ¡Solo hay tres Templarios defendiendo la entrada!¡Tienen las espaldas pegadas entre sí, formando un círculo, y están rechazando las hordas!

Kanpekiel volaba con los ojos cerrados, y no cambió su expresión de tranquilidad.

-¡Adelante!-gritó.

Rugimos hacia la ciudad en llamas.
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-¿Quién iba a decirme que ésto iba a acabar así?-dije yo, Isaac, un Templario Negro, mientras clavaba su espada a un hereje en el pecho. Intenté sacarla del cuerpo, pero se quedó atrapada. Uno de los herejes aprovechó la ocasión para arremeterme por la espalda, pero un hacha le cortó la cabeza y no pudo cumplir su cometido.


-Isaac ¡Es la última vez que te salvo el pellejo!-gritó Amelia mientras Duncant le salvaba la vida a su vez a ella, empujándola un poco antes de que un virote atravesase el lugar donde segundos antes estaba ella.

-Y yo es la última vez que te salvo a ti-dijo él sonriendo. Duncant es una persona que no sabe cuando dejar de sonreir. Aunque toda una legión de fanáticos se lance contra él, seguirá sonriendo a la vida.

-Siempre decimos que será la última vez. Y siempre es mentira-dijoe mientras mataba a otro que se aproximaba a la puerta del monasterio.

-Somos unos mentirosos, si-replicó Duncant mientras desviaba las estocadas de tres infieles a la vez.

-¡Ya habrá tiempo para confesarse tarugos, os habéis dejado uno!-dijo pegándole a uno, cabeza contra cabeza-Si no os importa pasarme una espada...no me gustaría matar a todos a cabezazos.

Yo, Isaac, recogí una espada pesada y se la lancé. Duncant rió señalando al pie de la escalera que conducía al interior del monasterio.
-Vaya, eso era la avanzadilla. Ahí viene el verdadero ejército.
-¿Qué demonios?-soltó Amelia viendo el océano de fanáticos.
-¡Amelia no blasfemes¡-le grité alarmado.
-Jo ¿No puedo blasfemar ni siquiera antes de morir?
-Aquí vienen. Vienen armados hasta los dientes. Tienen hasta estandartes-observó Duncant y luego añadió-Si al menos Gorke estuviera con nosotros...

Amelia señaló a los herejes con el espadón.
-¡Que vengan!¡No les tengo miedo!

Los fanáticos cargaron contra nosotros. Un ejército contra tres Templarios Negros. Sólo unos enviados del Señor podrían salvarnos.

sábado, 27 de junio de 2009

Resident Evil. Silencio mortal. (I)



Corre, corre, corre... ¡más rápido!




Una vez más Jill escuchó la voz de su padre cuando era una niña y le enseñaba el arte de robar “Muévete Jilly, piensa con rapidez”




Y eso hizo…



Todo había ocurrido muy rápido, mientras corría intentaba concentrarse para recordar qué demonios acababa de pasar. Todo lo sucedido pasó por su mente muy rápido. Habían bajado del helicóptero al ver que el de sus compañeros estaba derribado en medio del bosque de las montañas Arcklay. Habían cogido unos pocos pertrechos y se movieron hasta el helicóptero humeante de la forma más sigilosa posible…no había nadie, al menos alguien vivo.



Jill no estaba preparada para lo que vió.



…Kevin.



El joven piloto del equipo Bravo de la unidad policial de S.T.A.R.S (Servicio Táctico Armado de Rescate y Seguridad) tenía el rostro ensangrentado de sangre seca. Había muerto con una expresión de horror que nadie le hará cambiar jamás



Ni rastro de los demás.



Un grito entrecortado de Chris interrumpió sus pensamientos y la devolvió a la realidad actual y presente, que era de momento, correr para salvar la vida.



-¡Jill, cuidado!



Esquivo la raíz del árbol en el último momento, si se hubiese caído, ahora mismo estaría destripada por aquellos depredadores.



Recuperando la carrera, intentó de nuevo concentrarse; y se acordó de que después de encontrar el cadáver de Kevin, Joseph Frost, el miembro de S.T.A.R.S de su división con mayor talante, estaba gritando en mitad de una orgía de sangre. Había lo que parecían dos perros enormes que apenas tenían piel, y la única que le quedaba le colgaba, amenazando con caerse del pútrido cuerpo. Jill se había quedado paralizada, la mano de Chris agarrando la suya le hizo reaccionar para correr…



Así empezó la persecución. Ahora recordaba por qué corren todos, incluido ella.



Wesker iba delante y parecía muy seguro de adónde iba. Le siguieron, no porque fuera el líder de S.T.A.R.S, sino porque era el único que mantenía el control en esa situación tan terrible. A Barry se le notaba ya el paso de los años, iba el último y se agarraba el costado mientras corría, siempre sin soltar su querida mágnum de calibre 357. Ya casi les iban a dar alcance, pero ya estaban cerca de su helicóptero, debía de estar cerca…pero para su desgracia no aparecía…al menos en tierra.



Escucharon el sonido lejano de un helicóptero alejarse. Brad, el piloto, había vuelto a acobardarse dando justicia a su apodo “corazón de gallina” en el equipo de S.T.A.R.S.



Chris gritaba totalmente desesperado, y en los ojos se le podía atisbar un pequeño brillo de locura.



-¡¡¡No, no te vayas!!!¡¡¡Vuelve!!!¡¡Brad!!¡¡Brad!!¡¡Sácanos de aquí!!



Jill tenía espasmos en las piernas de tanto correr, no le quedó más remedio que seguir a Wesker, que había reanudado la carrera. Los demás hicieron lo mismo.



Corre, corre, corre... ¡más rápido!



Eso era todo lo que había ocurrido…hasta ahora.



Otro grito de Chris le sacó de sus pensamientos.



-¡Jill, corre a la casa!



“¿La casa?” se preguntó ella.




Jill empezó a ver una gran mansión asomándose entre los árboles del horizonte. Los perros casi les tenían a su merced.



Era todo un milagro…la puerta de la mansión estaba abierta.



Cerraron la puerta de un golpe y algo que iba detrás de ellos se estrelló contra la puerta brutalmente, frustrados por no poder atrapar a una presa tan cercana. Chris miró nerviosamente a los presentes, Jill, Wesker y Barry.





La sala principal estaba imbuida por un silencio sepulcral…y no era nada tranquilizador.




Silencio mortal.

















Han escapado a la mansión…






…donde creían estar a salvo.


jueves, 25 de junio de 2009

Carta a Laura.

Perdóname Laura.

He hablado con el doctor y los encargados. No voy a volver a visitarte. Lo siento.

No podía comenzar esta carta de otra manera que no fuera pidiendo perdón. Qué estúpido fui. Estabas sufriendo, estabas luchando con todas tus fuerzas, y en un momento de debilidad te di un ultimátum de la peor de las maneras posibles...tentándote con aquello que te mataba.




Con esta carta he enviado un ramo de rosas. Sé que te gustan las rosas, pero no sé si de este color en especial. Son amarillas. Según dicen, estimula la memoria, que son evocadoras del verano y del sol, con lo cual, cuando se está triste o se añora el verano, pueden ayudar a levantar el ánimo...también representan el amor agonizante. Tu habitación huele a rosas, para que me recuerdes, y siempre habrá rosas, te lo prometo. También te he traído el libro que estabas leyendo: "La sombra del viento", para que algún día puedas acabarlo.

Tus amigas de la facultad te visitarán y te cuidarán. No saben quién soy, pero no me miran con buenos ojos, aunque no me extraña, yo soy el culpable de todo esto. No puedo soportar sus miradas de desconfianza.

Esta es mi despedida. No tengo suficientemente dinero para tu mantenimiento y rehabilitación, y no pienso ganar el dinero de la misma forma con la que te conocí. Voy a trabajar, no sé donde, quizás fuera de Madrid. Aunque lo supiera no te lo iba a decir. Voy a trabajar, y me voy a comer cualquier marrón que se me ponga por delante para que te recuperes. Cuando eso pase...desapareceré de tu vida, para siempre.


Daniel.

miércoles, 24 de junio de 2009

Compañía irónica.

Se estaba riendo de él. Lo sabía. Ella le miraba y sonreía inocentemente, pero sabía que se reía de él.
No, en realidad no. A ella no le importaba nada él, no le quería ni para reirse.
Es curioso que tuviera todas esas sensaciones, después de todo, no era más que un retrato pintado de ella. Solo mirarla, aunque fuera en pintura, le mataba.
De repente una mujer etérea e invisible se le acercó por la espalda riéndose de él.
-Pobre infeliz. Enamorado de una persona que no existe.
Él no sabía de donde salía aquella mujer de aspecto casi fantasmal, pero le contesto con la calma de un loco.
-No existe - repitió él, las palabras de la mujer.
-Ha muerto.
-No solo ha muerto, sino la que ahora habita en su cuerpo es una máscara de felicidad que oculta su verdadero ser. Eso es lo que más odio y me quema. La persona que conocí, ha muerto. No está.
Arrancó la cara del retrato con sus manos con rabia. Ahora el cuadro solo era una mujer sin rostro.
-Aún te hace daño-dijo la mujer.
-Me hace daño su nueva forma de ser-gritó derribando lo que había su paso.
-Con cada latido de tu corazón, la revives. Ella te mata desde dentro.
-¡No! Tengo amigos...amigos que me ayudarán.
La mujer se rió de él.
-¿Es eso cierto? No...no tienes ni un amigo.
-Si, ellos me dan palabras de ánimos para superar todo esto.
-Si, tu lo has dicho...palabras. Pero...¿Quién te ha estado a tu lado?¿Quién te ha visto en persona?¿Quién te ha abrazado?¿Quién te ha consolado? ¡Nadie! Solo te han dicho que te animaras. ¿Eso es la amistad?
Él comenzó a llorar amargamente.
-Eso es mentira, mentira, mentira ¡Mentira!

El gritó resonó en la sala, haciendo eco.
Ella le abrazó, le acarició el pelo y le dijo al oído.
-Te merecías que te abandonara, porque tu destino es estar conmigo.

Y entonces él comprendió, que estaba abrazado a la Soledad.

jueves, 18 de junio de 2009

La consagración.

Tengo que reconocer que este día me está decepcionando de momento. Creía que la consagración sería para demostrar toda mi fuerza y esplendor a los hombres. Tanto entrenamiento y lo único que hacemos es estar arrodillados en el frío suelo de piedra de la Basílica de San Pedro, con mis alas rozando a los miembros de mi compañía. He de reconocer que no conozco demasiado a mis compañeros, solo a la Urielita Galadriel, que parece concentrada, como todos menos yo; y el miquelita Kanpekiel...un engel del Señor algo peculiar, con andares altivos, cabellos largos sobre el rostro, mirada inquisitiva, actitud arrogante. Creo que no me cae bien, y empezamos mal porque él lidera nuestra compañía. Pero hay algo...algo en su presencia, algo que me inquieta, como si le hubiera visto, visto en otra vida, o en sueños, no se explicarlo.

¿Es esto lo que debería estar pensando ahora? ¿Estos pensamientos son propios de un Engel? Me pregunto que estarán pensando los demás.

De repente se abrió la puerta y entró la luz del sol. Unos Templarios vestidos de blanco nos pidieron que les acompañásemos fuera. Nos movimos en silencio, y de repente me di cuenta de que la consagración iba a ser como siempre había soñado. La luz del sol al salir me cegó por un momento. De repente cuando recuperé la vista, veía la plaza de San Pedro...había cientos y cientos de personas, cantando salmos de felicidad, aplaudiendo, riendo, con niños sobre los hombros y ondeando banderitas de las órdenes angelicales. Era un verdadero océano de personas que daban la bienvenida a su esperanza, a los Engels, a nosotros. Nos giramos a la vez, dando la espalda a los humanos, que alargaban sus manos entre los Templarios de blanco. Había unos Templarios que iban de negro en concreto más o menos ocho que ayudaban a contener a la muchedumbre. Una muchacha de los Templarios vestidos de negro tenía dificultades para mantener a la masa.

-¡Isaac! ¡Échame una mano, o se tirarán encima de los Engel!-dijo la muchacha
-¿Pero qué dices? ¡Tengo mis propios problemas Amelia!-dijo el tal Isaac manteniendo a raya a una mujer oronda que quería una de las plumas de los Engel-¿Dónde esta Duncant?
-¡Está por aquí, los está manteniendo a raya!
El muchacho suspiró.
-Esto es peor que luchar contra los engendros ¿Dónde está el respeto a los Templarios Negros?

Así que me acerqué a ayudarlos. La masa se volvió histérica de júbilo al acercarme.

-Por favor-dije simplemente a los que empujaban a los Templarios, y se quedaron pasmados.

El tal Isaac y Amelia tuvieron así un respiro. Pero ella parecía mosqueada y comenzó a decirle a su compañero.

-Vaya rollo. Yo con toda mi mala leche no consigo nada, y este tío lo consigue con dos palabras.
-¡Amelia!-le increpó Isaac alarmado-Moderate, que es un Engel.
-Bah-le replicó la otra.

Entonces los engels dimos la espalda a los humanos y nos arrodillamos ante el balcón donde estaba el Pontifex Maximus rodeado de cardenales y armaturas. El Papa era un niño vestido de blanco con cabellos dorados, e iba descalzo, y según dicen, ha dirigido la Iglesia Angélica durante 400 años, una edad insólita para un humano. El Pontifex Máximus Petrus Secundus nos dió la consagración a los Engel individualmente. Sentí un cosquilleo por la espalda cuando pronunció mi nombre, con una extraña sonrisa. Todos al escuchar el nombre "Miguel" se quedaron un poco extrañados. Era realmente un nombre impropio para un Engel, pero nadie dijo nada. Cuando acabaron de nombrarnos el Pontifex alzó los brazos hacia el cielo, y los cardenales y los armaturas que había a su alrededor le imitaron. Un Armatura gritó con la voz potente propia de un guerrero experimentado.

-¡Contemplad a los Engels del Señor!

Echamos a volar, y la gente se volvió loca de júbilo y ondearon las banderas con júbilo, y tenían razones. La ciudad del Vaticano estaba siendo sobrevolada por Engels.

domingo, 14 de junio de 2009

Llaves multicolores

Todos conocemos el dicho "las apariencias engañan". Un dicho que podría describirme pero que describe mejor todavía al cabo Asarta. ¿Qué pretende este hombre? ¿Es un mandado, o algo más? ¿Es tan tonto como parece? ¿Es tan irritante por que sí? ¿A qué se debe la bipolaridad en su tono de voz?

Él sabe mucho más de lo que aparenta, y traga encantado toda la mierda de Márquez.

¿Por qué?


¿Podría estar siendo manipulado por Márquez al igual que Soler?

Podría ser, ya me puedo esperar cualquier cosa.

Pero esto es más raro todavía ¿Por qué tiene llaves y carpetas multicolores?

Nunca he visto carpetas que se abran con llaves. A no ser, que encierren un secreto.

Solo hay una manera de averiguarlo. Hacer que misteriosamente caigan esas llaves en mi bolsillo.

sábado, 13 de junio de 2009

El engel que dice llamarse Miguel

Todos los días tengo la misma pesadilla.

Está todo oscuro, y lo único que siento es que mi cuerpo flota y solo escucho un zumbido que me hace despertar en mi propio sueño. Abro los ojos, e intento estirar todas mis extremidades, y lo que más me duele son unos bultos en mi espalda. Me intento mover, pero estoy atrapado, mis extremidades están sujetas en una jaula de cristal cilíndrica, y desde allí dentro siempre veo las mismas caras borrosas que hablan en secreto entre ellas y observan mi cuerpo desnudo. Y muchas luces, luces que parpadean por todas partes, haciendo ruidos extraños. De repente aparecen millones de brazos de hierro y recorren todo mi cuerpo, marcándome con el dolor. Y de repente, pasa lo que intento evitar cada vez que tengo esta pesadilla.
Una voz comienza a gritar.

-¡¡Está despierto Ingram!!¡Está despierto!

De repente las sombras empiezan a correr de un lado para otro.

-¡Aborten! ¡Aborten! ¡No podemos seguir!

De repente mi cuerpo empieza a coger fuerzas. Me duele todo, es un dolor intenso y horriblemente indescriptible. A cada paso los gritos que hay fuera del tubo de cristal son más fuertes, como mis músculos. De repente mi dolor se convierte en ira. Tiro de mis extremidades, y las miles de agujas se me clavan mucho más en mi cuerpo, mientras hacen un recorrido preciso.

-¡Se está moviendo! ¡No le hace efecto el sedante! ¡Aborten el Bautismo! ¡La tinta está entrando demasiado fuerte! ¡Si sigue así su fuerza será incontrolable! ¡Ingram, aborta!
-¡No se puede abortar una vez iniciado el proceso! ¡Está en manos de Dios!

Entonces rompo la jaula, y me dejo llevar por mi furia, acabando a sangre fría, con mis propias manos, con todas las sombras que me torturan. Solo algunos escaparon. La sala está destrozada, la mayoría de los presentes están muertos, y los supervivientes están arrodillados en el caos que reina la sala. Comienzo a batir unas enormes alas, y volando alguien se adueña de mi voz y comienzo a gritar señalando a las sombras.

-“Hubo un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él."

Una de las sombras comenzó a gritar histéricamente al escucharme.

-¡Por la Madre Iglesia! ¡Es uno de los versículos del Apocalipsis!

Entonces concluyo.

-Vuestro error ha sido castigado, pero vuestro error será vuestra salvación. Pues estáis viendo al elegido. El elegido por el Príncipe de los ángeles, para ser su mano derecha, su fuerza. ¡Yo seré la Espada de Fuego del elegido del más radiante de los Engels!…para una de las gloriosas batallas decisivas para el destino de las almas de los hombres.

Y después todo se vuelve negro. Y lo único que escucho son las voces sorprendidas diciendo “Miguel”

domingo, 7 de junio de 2009

La noche trae consigo extrañas criaturas.

Rechazan el sol. Aclaman la oscuridad. Callan la cordura y acuestan la razón. Se recortan los edificios, y la ciudad se convierte en el laberinto de los vicios y la obsesión.

Duerme civilización.
Despierta ley animal.
Dejad que reine el caos.
Ahora no tienen limitación.

No quieren más discernimiento. No habrá ni bien ni mal. Será una jungla de pesadillas.

Los millones de cadáveres, intentando ahogar sus males con los vicios, nunca sabrán lo que se avecina.

Allí están ellos desde las almenas. Allá donde se pueden ver todas las estrellas. Ellos bajo el zodíaco en orgía, estudian sus presas.

La noche a ellos pertenece. Pero la madre luna les hace dudar. Un aullido animal rasga el aire junto a la luz nocturna.

Poseen la mejor condena. Sed de sangre, y vida eterna.

Sin infancia.

Ese dibujo...


Mamá buena.
Papá valiente.
Yo sola...
Sola...

Solo...yo también solo. Mamá buena. Papá valiente.
Mamá,papá...
¿Dónde estábais cuando más os necesitaba?

No...no debo llorar, no, no. No voy a llorar.


Demasiado tarde.

viernes, 5 de junio de 2009

El código.

Avanzamos hacia el altar, hacia el profeta Jesucristo crucificado del altar que nos miraba a todos como si supiera el destino de cada uno de nosotros. Fuéramos a donde fuéramos, nos seguía con la mirada. Una mirada triste…como nuestros destinos. Muy importante debía ser ese profeta para estar en todas las iglesias de la antigua Europa prediluviana.
Desenvainé la espada, en la que se reflejaba la luz que atravesaba las vidrieras de la
Iglesia-fortaleza, y clavé su punta en el suelo. Hinqué la rodilla derecha en el suelo y agaché la cabeza de forma sumisa besando la empuñadura de mi espada, ante el Gran Maestre (Decani). Alzó los brazos, levantó su rasurada cabeza y la luz de la luna que atravesaba el tragaluz del techo de la Iglesia le bañó. De repente gritó hasta quedarse sin aire:

-¡Las empuñaduras de vuestras espada serán vuestra cruz! ¡Las hojas de vuestras espadas serán vuestra fe! ¡La danza de vuestras espadas serán vuestras oraciones!

Todos los presentes arrodillados besando las empuñaduras de sus espadas respondieron en coro cada uno para sí mismos.

-La empuñadura de mi espada es mi cruz. La hoja de mi espada es mi fe. La danza de mi espada es mi oración.

El Gran Maestre volvió a alzar la voz tan fuerte que las vidrieras resonaron como si fueran a estallar.

-¡Vuestras espadas purificarán al impuro!¡Vuestras espadas liberarán al pecador!

Respondimos igual, en murmullos crecientes interiores.

-Mi espada purificará al impuro. Mi espada liberará al pecador.

El Gran Maestre respiró profundamente y soltó aire con otro alzamiento de voz.

-¡La sangre vertida de nuestros enemigos es el castigo de los pecados!¡La sangre vertida de vuestras carnes es el perdón de vuestros pecados!

Contestamos.

-La sangre vertida de mis enemigos es el castigo de los pecados. La sangre vertida de mis carnes es el perdón de mis pecados.

Silencio. El Maestre sudaba y tenía una sonrisa extraña en la cara.

-¡Cuando cumplais en la obra de Dios, Él os liberará!¡Los caminos del Señor son inescrutables!

Respondimos sumisos, mirando siempre al suelo.

-Cuando cumpla en la obra de Dios, Él me liberará. Los caminos del Señor son inescrutables.

Contenimos el aliento esperando las palabras del líder.

El Maestre nos tocó con su espléndida espada en los hombros, como ceremonia de investidura. Cuando terminó dijo:

-Levantaos...Templarios Negros.

¡Por fin! Nada más decir eso nos levantamos gritando como un solo hombre como si quisieramos que nos escucharan en el Reino de los Cielos.

-¡¡¡No para nosotros, sino para la gloria de Tu Nombre!!!

jueves, 4 de junio de 2009

El arte de la soledad.

¡Ah! ¡Por fin oscuridad! ¡La oscuridad que le arropa con su manto y le oculta de los peligros y del dolor! Amaba la oscuridad, por mucha luz que hubiese, siempre proyectaba sombras en las que se podía ocultar. Allí estaba...su prisión y su hogar.
Sin embargo...no es suficiente.Aún estando protegido en el seno de la madre oscura...seguía sintiendo dolor.

¡Velas¡

Si...luz pura, mágica y cautivadora, siempre con una amenaza efímera. No como esas intimadoras arañas de patas luminosas que cuelgan de los techos, amenazando a aplastar a los hombres.Sin embargo... aún sentía dolor.

¡Compañía!

Si...era eso lo que necesitaba después del dolor que le habían causado. Su única compañía allí era él mismo. Su propio reflejo.Sin embargo...su propio reflejo le dolía."¡¿Que demonios haces ahí ser despreciable?! Ni siquiera puedo mirar tu horrible cara a través del espejo"Miró abajo. Solo alcanzaba ver sus horrorosas manos.

"Me dijo que mis manos eran hermosas. ¡Mis manos son obra del diablo! Hizo sentirme especial, y no era más que uno más. Seré el malo que todos quieren. Solo así todos serán felices."

No podía ver nada sin recordar lo que era y lo que sufría.

¡Las cartas!Cartas...cartas con destino. Cartas sin enviar. Cartas que escribía pensando que ella las leía. Aún dudaba si quemar esas cartas con el fuego purificador. Habían perdido su sentido.

¡Las pinturas!Pinturas de amor colgadas por doquier en las sombras. Una barca de Venecia, París...un retrato de ella sonriendo.No la odiaba a ella. No podía...él se odiaba a sí mismo.

¡El espejo!Debía enfrentarse a sí mismo. Ahí estaba otra vez ese horrible ser al que odiaba. Él mismo

"Otra vez tú..."

El espejo se rompe en un estallido de ira. En sus manos se clavan restos del espejo. Sus nudillos sangran. No importaba, el dolor físico no le importaba ya. Aún así...seguía sintiendo dolor.

¡Música!

La caja de música. Su melodía. Suya. De ella. Unos guantes blancos dentro de la caja. Se los pone para no ver sus atroces manos. Al lado la rosa que nunca le regaló. Muriéndose.Se acercó a ella, se clavó sus espinas. Cuanto más cerca estaba de ella, más le dolía. Los guantes blancos en segundos eran rojo sangre.

Solo es más sangre derramada. Cerró la caja de música. Esa melodía significaba demasiado.

Y aún siente dolor.

Su única compañía se aparece ante él, siempre paciente, ofreciendole un sitio junto a él como siempre había echo. El piano. Con él sacaba sus turbulentos mares de sentimientos, en los que se ahogaba. Siguió tocando con los guantes ensagrentados...hasta que la vela se consumió, y se lo tragó la oscuridad.