lunes, 19 de octubre de 2009

Memorias de un Templario Negro (VI)

Esa noche no acababa ahí. Aún quedaba. Nada relevante ni interesante, pero aún así lo escribiré, pues conforme escribo me sumerjo en mi memoria y encuentro cosas que olvidé y que no debería, pues esos recuerdos y experiencias me han hecho tal y como soy ahora.



Como ya dije, esa noche no acababa ahí.



Amelia no aguantaba mucho la cerveza, así que no pudo con ella y a los pocos minutos empezó a farfullar borracha rodeándome con su brazo.
-Isaac, cuando te conocí, creía que eras otro de esos memos fanáticos de la Iglesia. Ah, y también un soso. Y un poco idiota. Y…
-Ya vale ¿no?-Amelia, aún no queriendo, me sacaba de mis casillas. Pero al menos ya no me pegaba codazos.
-Shhh…calla, que todavía no he acabado-me dijo tapándome la boca, mientras ella cabeceaba debido al efecto del alcohol- Quería decir, que, finalmente, eres un tío de puta madre.
Tras decir esto, su cabeza acabó encontrando mi hombro profiriendo sonorosos ronquidos.
-Que profundo-acerté a decir apartando mi jarra de cerveza intacta después de ver lo que le había hecho a mi binomio.
Estuve disfrutando de la música, del baile de los muchachos mientras la respiración de Amelia se hacía cada vez más profunda. Se escucharon aplausos, la canción había finalizado y Duncant se acercaba la mesa con una jarra de cerveza y una sonrisa de oreja a oreja. Cuando nos vio, parecía de piedra, acto seguido comenzó a negar con la cabeza soltando una carcajada al ver nuestra pose en la mesa.
-¿Qué ocurre?- le dije imaginando lo que se le pasaba por la cabeza.
-Naaada.
-La cerveza pudo con ella.
-Claaaro- dijo estirándose.

Silencio.

La mirada de Duncant acabó perdiéndose en mi jarra de cerveza intacta.
-¿No bebes?
-¿Para qué? ¿Para acabar como ésta?-agité el hombro en el que estaba apoyada Amelia, y ésta empezó a decir cosas indescifrables, agarrando mi brazo y restregando su cara contra mi hombro, tal vez creyendo que era su almohada.
Duncant se partía. Esa noche estaba radiante.
-Pero vamos hombre, es una fiesta.
-¿Por eso bebes?
-Claro, no hay nada mejor para celebrar algo que una buena jarra de cerveza fría.
-Pero si está malísima-protesté levantándome y dejando a Amelia en las manos de la gravedad dándose así un buen coscorrón. Acto seguido fui a la barra a por otra cosa que beber.
Esperé en la barra al lado de un tipo bastante melancólico y taciturno, contrastando bastante con el ambiente de la fiesta. El tipo debía llevar unas 4 jarras de cervezas bebidas pero se mostraba bastante sobrio. Aquello me sorprendió mucho ya que Amelia no pudo ni con una entera, y eso que era muy cabezota. Además él no parecía beber para celebrar algo.
-¿Por qué bebes?-le solté fijándome en su escaso pelo, casi rapado y su descuidada barba. Debía tener unos 30 años.
Él se giró lentamente, me miró y me sorprendió con unos oscuros hundidos ojos oscuros profundos, que me decían que había llorado desconsoladamente. Al fin, cuando comprendió que me dirigía a él, me respondió:
-Para olvidar-me soltó malhumorado.
Aquella respuesta me desconcertó.
-Yo creía que la gente solo bebía cuando era feliz. Al menos eso me han dicho.-repliqué
-Supongo que cualquier excusa es buena para beber-dijo volviéndose a la barra dejando al descubierto un emblema en sus ropas que conocía bastante bien.
-¡Eres un Templario Negro!-dije sin poder contener mi sorpresa-Yo también.
Él volvió la cabeza.
-¿Tú? Si no debes tener ni 14 primaveras.
-Bueno…no exactamente-respondí algo avergonzado- pero ya solo me queda una prueba y entonces lo seré.
Él parecía no escucharme. Jugueteaba con unos colgantes de crucifijos templarios. Me acerqué y pude ver que tenían nombres grabados en los colgantes, y también el nombre de me imagino un regimiento. Por lo visto eran chapas de identificación.
-¿Quiénes son?- le dije señalando uno de los nombres que había grabado en una de las cruces.
-Mis camaradas-dijo
-¿Y donde están?
-Muertos-estaba cansándose de mi interrogatorio.
Se produjo un denso silencio.
-¿No bebes?- me dijo.
-¿Yo? ¡Que va! No bebo ni pensaré hacerlo.
Él se permitió una sonrisa malévola.
-Se nota que no eres aún un templario negro. Tranquilo, tarde o temprano acabarás bebiendo tanto como yo.

¡Qué razón tenía!

-¡Eso nunca!- respondí ofendido.
Él giró su cabeza, dando por finalizada la conversación.
Gorke...



La fiesta, gracias a Dios, acabó sin incidentes, algo fuera de lo normal. Debíamos irnos a dormir. Mañana nos esperaba la gran prueba que nos convertiría en verdaderos Templarios Negros. Aunque por desgracia, algunos no lo conseguirían…

1 comentario: