Esa noche no acababa ahí. Aún quedaba. Nada relevante ni interesante, pero aún así lo escribiré, pues conforme escribo me sumerjo en mi memoria y encuentro cosas que olvidé y que no debería, pues esos recuerdos y experiencias me han hecho tal y como soy ahora.
Como ya dije, esa noche no acababa ahí.
Amelia no aguantaba mucho la cerveza, así que no pudo con ella y a los pocos minutos empezó a farfullar borracha rodeándome con su brazo.
-Isaac, cuando te conocí, creía que eras otro de esos memos fanáticos de la Iglesia. Ah, y también un soso. Y un poco idiota. Y…
-Ya vale ¿no?-Amelia, aún no queriendo, me sacaba de mis casillas. Pero al menos ya no me pegaba codazos.
-Shhh…calla, que todavía no he acabado-me dijo tapándome la boca, mientras ella cabeceaba debido al efecto del alcohol- Quería decir, que, finalmente, eres un tío de puta madre.
Tras decir esto, su cabeza acabó encontrando mi hombro profiriendo sonorosos ronquidos.
-Que profundo-acerté a decir apartando mi jarra de cerveza intacta después de ver lo que le había hecho a mi binomio.
Estuve disfrutando de la música, del baile de los muchachos mientras la respiración de Amelia se hacía cada vez más profunda. Se escucharon aplausos, la canción había finalizado y Duncant se acercaba la mesa con una jarra de cerveza y una sonrisa de oreja a oreja. Cuando nos vio, parecía de piedra, acto seguido comenzó a negar con la cabeza soltando una carcajada al ver nuestra pose en la mesa.
-¿Qué ocurre?- le dije imaginando lo que se le pasaba por la cabeza.
-Naaada.
-La cerveza pudo con ella.
-Claaaro- dijo estirándose.
Silencio.
La mirada de Duncant acabó perdiéndose en mi jarra de cerveza intacta.
-¿No bebes?
-¿Para qué? ¿Para acabar como ésta?-agité el hombro en el que estaba apoyada Amelia, y ésta empezó a decir cosas indescifrables, agarrando mi brazo y restregando su cara contra mi hombro, tal vez creyendo que era su almohada.
Duncant se partía. Esa noche estaba radiante.
-Pero vamos hombre, es una fiesta.
-¿Por eso bebes?
-Claro, no hay nada mejor para celebrar algo que una buena jarra de cerveza fría.
-Pero si está malísima-protesté levantándome y dejando a Amelia en las manos de la gravedad dándose así un buen coscorrón. Acto seguido fui a la barra a por otra cosa que beber.
Esperé en la barra al lado de un tipo bastante melancólico y taciturno, contrastando bastante con el ambiente de la fiesta. El tipo debía llevar unas 4 jarras de cervezas bebidas pero se mostraba bastante sobrio. Aquello me sorprendió mucho ya que Amelia no pudo ni con una entera, y eso que era muy cabezota. Además él no parecía beber para celebrar algo.
-¿Por qué bebes?-le solté fijándome en su escaso pelo, casi rapado y su descuidada barba. Debía tener unos 30 años.
Él se giró lentamente, me miró y me sorprendió con unos oscuros hundidos ojos oscuros profundos, que me decían que había llorado desconsoladamente. Al fin, cuando comprendió que me dirigía a él, me respondió:
-Para olvidar-me soltó malhumorado.
Aquella respuesta me desconcertó.
-Yo creía que la gente solo bebía cuando era feliz. Al menos eso me han dicho.-repliqué
-Supongo que cualquier excusa es buena para beber-dijo volviéndose a la barra dejando al descubierto un emblema en sus ropas que conocía bastante bien.
-¡Eres un Templario Negro!-dije sin poder contener mi sorpresa-Yo también.
Él volvió la cabeza.
-¿Tú? Si no debes tener ni 14 primaveras.
-Bueno…no exactamente-respondí algo avergonzado- pero ya solo me queda una prueba y entonces lo seré.
Él parecía no escucharme. Jugueteaba con unos colgantes de crucifijos templarios. Me acerqué y pude ver que tenían nombres grabados en los colgantes, y también el nombre de me imagino un regimiento. Por lo visto eran chapas de identificación.
-¿Quiénes son?- le dije señalando uno de los nombres que había grabado en una de las cruces.
-Mis camaradas-dijo
-¿Y donde están?
-Muertos-estaba cansándose de mi interrogatorio.
Se produjo un denso silencio.
-¿No bebes?- me dijo.
-¿Yo? ¡Que va! No bebo ni pensaré hacerlo.
Él se permitió una sonrisa malévola.
-Se nota que no eres aún un templario negro. Tranquilo, tarde o temprano acabarás bebiendo tanto como yo.
¡Qué razón tenía!
-¡Eso nunca!- respondí ofendido.
Él giró su cabeza, dando por finalizada la conversación.
Gorke...
La fiesta, gracias a Dios, acabó sin incidentes, algo fuera de lo normal. Debíamos irnos a dormir. Mañana nos esperaba la gran prueba que nos convertiría en verdaderos Templarios Negros. Aunque por desgracia, algunos no lo conseguirían…
Joder... y claro que bebiste, eh, Isaac?
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