martes, 31 de julio de 2012

Sol y Luna


En un tiempo que no fue tiempo, y en un lugar que no fue lugar, solo existía la nada. La inmensa oscuridad lo cubría todo como un velo insondable y de la nada surgían los primeros seres luminosos, que nada sabían de cómo habían llegado allí. Ninguno sabía lo que era vivir, ni siquiera sentir ni sufrir...ni siquiera sabían lo que era amar. Por ello, los luminosos vagaron en la oscuridad por muchos años. Hasta que uno de ellos sintió por primera vez...y se atrevió a amar.
Él fue Ériu, una estrella hermosa y blanca, el primero en sentir algo por alguien en los siglos de los siglos, y por ello, fue el primero en conocer el dolor. Ella era Éasca, una mujer luminosa de mechones de fuego dorado, tal era su belleza que el ojo mortal era dañado por el aura de belleza que desprendía. Ériu, de luz ardiente y blanca, enamorado de Éasca, una luz poderosa y de dorada fruta de vida... dos esferas de luz muy diferentes que bailaban en el frío universo.

Ériu sentía tal dolor en su pecho por ese amor imposible, que arrancó de su alma toda la luz blanca de su fuego interior, y con la llama de su corazón forjó la creación más bella conocida por todos los entes luminosos. Se trataba de una esfera azul bella que protegía los paisajes más bellos inspirados en el amor: creó los mares, la tierra, el azul del cielo, las altas montañas que querían alcanzar el cielo...y dentro de la joya azul, encerró todo el fuego blanco de su corazón, su luz. Ériu, al encerrar en el interior de su corazón lo que nosotros llamamos vulgarmente Tierra, quedó como una estrella fría, lisa, blanca y apagada.
Ériu, que había perdido toda su luz y había quedado pálido de enfermedad por amor, terminó lo que será conocido como el regalo más bello de todos los tiempos, y entregó la joya azul a Éasca. Pero ella, aunque apreció la joya azul, rechazó la apariencia enferma en la que se había quedado Ériu. No lo amaba...
Entró en cólera el enamorado y entró en un estado de dolor indescriptible: había encerrado su corazón en el regalo más hermoso de todos los tiempos, había apagado su luz para darle calor al mundo azul que había creado con sus propias manos para ella, había quedado pálido de enfermedad por el amor que sentía por la dorada luz de Éasca...y aún así no era suficiente para que ella lo amara.
Destruido y rechazado, Ériu intentó recuperar la joya azul que le regaló a la luz dorada amada, pues allí estaba en lo más profundo había regalado su corazón. Se volvió frío, pálido, bohemio, melancólico y distante...pensando constantemente cómo recuperar lo que había entregado.
Pero nunca pudo recuperarlo, puesto que su corazón siempre estuvo con la dorada Éasca, y por ello, la tierra girará siempre alrededor del Sol; y por contra, Éasca, la pálida, enferma y bella luna, siempre giraría alrededor de su regalo...y en definitiva, de su corazón.
Por eso la pálida luna brilla cuando el sol la mira. Por eso la luna girará siempre alrededor de la tierra en busca del corazón que una vez entregó. Y por eso la tierra girará en torno al sol hasta el fin de los tiempos. Porque cuando uno entrega su corazón...lo entrega hasta el final.