martes, 30 de junio de 2009

Los Ángeles de la Muerte (I)

-¡Alto!- nos gritó Kanpekiel, el líder de la compañía de engels.

Detuvimos el vuelo y aterrizamos gracilmente, excepto yo, que aterricé de forma un poco bruta. A mi lado aterrizó la urielita Galadriel, y después llegaron el resto: la rafaelita Alariel y al que yo llamaba mi hermano de armas, el gabrielita Raifel. Juntos, Raifle y yo, éramos los ángeles de la Muerte de la compañía, realmente nos comprendíamos perfectamente, al contrario que con el miquelita Kanpekiel.

Hicimos un círculo y en medio aterrizó el miquelita con su cara imperturbable.

-Bien. Estamos en los terrenos limítrofes de la antigua Zurich. No sé qué está pasando allí, pero ya son dos los mensajeros que llegan pidiendo auxilio. Se han mandado unidades de élite de Templarios pero no parece que mejore la situación; así que vamos a prestar la ayuda de los engels ¿¡Galadriel!?
-¡Señor!
-Ve delante. Sé los ojos de la Compañía. Dirección suroeste, en cuanto sepas qué pasa allí, infórmame mediante canal, lo mantendré abierto ¡Miguel y Raifel!

Raifel y yo, los Ángeles de la Muerte, alzamos los rostros y respondimos como uno solo.
-¡Señor!
-¡Vosotros conmigo!Es posible que haya un duro combate y necesitaremos a los ángeles de la muerte.

Raifel y yo nos miramos. Estábamos deseando entrar en combate, aunque ninguno de los dos lo admitiría.

-¡Alariel!
-¿¡Señor?!
-Retaguardia. No nos conviene perder a una sanadora.

Alariel suspiró con una actitud algo impotente y el miquelita la ignoró gritando.

-¡Somos engels del Señor!¡No le de defraudeis!
-¡No te decepcionaremos Señor!-contestámos alzando el vuelo.

¿Qué no le defraudemos?¿Y qué pasa con él? ¿El miquelita no le va a defraudar? ¿Qué se cree este tipo?

Volamos lo más veloces que pudimos, el suelo y la tierra avanzaban a un ritmo vertiginoso bajo mis pies. Noté cómo kanpekiel abría un canal en mi alma, y me sentí conectado a él. De repente escuché dentro de mí la voz de Galadriel.

-¡Herejes! ¡Miles de herejes! Atacan la ciudad. No, no la atacan ¡Ya ha caído! La única resistencia que veo se encuentra en el monasterio, aunque sus murallas están cayendo ¡Solo hay tres Templarios defendiendo la entrada!¡Tienen las espaldas pegadas entre sí, formando un círculo, y están rechazando las hordas!

Kanpekiel volaba con los ojos cerrados, y no cambió su expresión de tranquilidad.

-¡Adelante!-gritó.

Rugimos hacia la ciudad en llamas.
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-¿Quién iba a decirme que ésto iba a acabar así?-dije yo, Isaac, un Templario Negro, mientras clavaba su espada a un hereje en el pecho. Intenté sacarla del cuerpo, pero se quedó atrapada. Uno de los herejes aprovechó la ocasión para arremeterme por la espalda, pero un hacha le cortó la cabeza y no pudo cumplir su cometido.


-Isaac ¡Es la última vez que te salvo el pellejo!-gritó Amelia mientras Duncant le salvaba la vida a su vez a ella, empujándola un poco antes de que un virote atravesase el lugar donde segundos antes estaba ella.

-Y yo es la última vez que te salvo a ti-dijo él sonriendo. Duncant es una persona que no sabe cuando dejar de sonreir. Aunque toda una legión de fanáticos se lance contra él, seguirá sonriendo a la vida.

-Siempre decimos que será la última vez. Y siempre es mentira-dijoe mientras mataba a otro que se aproximaba a la puerta del monasterio.

-Somos unos mentirosos, si-replicó Duncant mientras desviaba las estocadas de tres infieles a la vez.

-¡Ya habrá tiempo para confesarse tarugos, os habéis dejado uno!-dijo pegándole a uno, cabeza contra cabeza-Si no os importa pasarme una espada...no me gustaría matar a todos a cabezazos.

Yo, Isaac, recogí una espada pesada y se la lancé. Duncant rió señalando al pie de la escalera que conducía al interior del monasterio.
-Vaya, eso era la avanzadilla. Ahí viene el verdadero ejército.
-¿Qué demonios?-soltó Amelia viendo el océano de fanáticos.
-¡Amelia no blasfemes¡-le grité alarmado.
-Jo ¿No puedo blasfemar ni siquiera antes de morir?
-Aquí vienen. Vienen armados hasta los dientes. Tienen hasta estandartes-observó Duncant y luego añadió-Si al menos Gorke estuviera con nosotros...

Amelia señaló a los herejes con el espadón.
-¡Que vengan!¡No les tengo miedo!

Los fanáticos cargaron contra nosotros. Un ejército contra tres Templarios Negros. Sólo unos enviados del Señor podrían salvarnos.

1 comentario:

  1. - ¿Un montón de bichejos contra tres templarios? Qué triste - Amelia
    - Espalda contra espalda y ni el Señor de las Moscas podrá con esos tres templarios... - Duncant

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