jueves, 4 de junio de 2009

El arte de la soledad.

¡Ah! ¡Por fin oscuridad! ¡La oscuridad que le arropa con su manto y le oculta de los peligros y del dolor! Amaba la oscuridad, por mucha luz que hubiese, siempre proyectaba sombras en las que se podía ocultar. Allí estaba...su prisión y su hogar.
Sin embargo...no es suficiente.Aún estando protegido en el seno de la madre oscura...seguía sintiendo dolor.

¡Velas¡

Si...luz pura, mágica y cautivadora, siempre con una amenaza efímera. No como esas intimadoras arañas de patas luminosas que cuelgan de los techos, amenazando a aplastar a los hombres.Sin embargo... aún sentía dolor.

¡Compañía!

Si...era eso lo que necesitaba después del dolor que le habían causado. Su única compañía allí era él mismo. Su propio reflejo.Sin embargo...su propio reflejo le dolía."¡¿Que demonios haces ahí ser despreciable?! Ni siquiera puedo mirar tu horrible cara a través del espejo"Miró abajo. Solo alcanzaba ver sus horrorosas manos.

"Me dijo que mis manos eran hermosas. ¡Mis manos son obra del diablo! Hizo sentirme especial, y no era más que uno más. Seré el malo que todos quieren. Solo así todos serán felices."

No podía ver nada sin recordar lo que era y lo que sufría.

¡Las cartas!Cartas...cartas con destino. Cartas sin enviar. Cartas que escribía pensando que ella las leía. Aún dudaba si quemar esas cartas con el fuego purificador. Habían perdido su sentido.

¡Las pinturas!Pinturas de amor colgadas por doquier en las sombras. Una barca de Venecia, París...un retrato de ella sonriendo.No la odiaba a ella. No podía...él se odiaba a sí mismo.

¡El espejo!Debía enfrentarse a sí mismo. Ahí estaba otra vez ese horrible ser al que odiaba. Él mismo

"Otra vez tú..."

El espejo se rompe en un estallido de ira. En sus manos se clavan restos del espejo. Sus nudillos sangran. No importaba, el dolor físico no le importaba ya. Aún así...seguía sintiendo dolor.

¡Música!

La caja de música. Su melodía. Suya. De ella. Unos guantes blancos dentro de la caja. Se los pone para no ver sus atroces manos. Al lado la rosa que nunca le regaló. Muriéndose.Se acercó a ella, se clavó sus espinas. Cuanto más cerca estaba de ella, más le dolía. Los guantes blancos en segundos eran rojo sangre.

Solo es más sangre derramada. Cerró la caja de música. Esa melodía significaba demasiado.

Y aún siente dolor.

Su única compañía se aparece ante él, siempre paciente, ofreciendole un sitio junto a él como siempre había echo. El piano. Con él sacaba sus turbulentos mares de sentimientos, en los que se ahogaba. Siguió tocando con los guantes ensagrentados...hasta que la vela se consumió, y se lo tragó la oscuridad.

1 comentario:

  1. De las mejores que he leido. Me recuerda al fantasma de la ópera. Una buena dramatis personae ^^. Genial.

    ResponderEliminar