viernes, 27 de noviembre de 2009

Memorias de un Templario Negro (XXII)

Ser mejor que un ángel...no necesitarlos, no tener que depender de ellos, no tener que rogar que nos salven, no volvernos locos de icertidumbre por no saber si aparecerán a salvarnos o no.
No necesitar a los ángeles...pero ¿qué puedo hacer yo? Sólo soy un simple y llano mortal.
Pero a lo largo de mi vida me he demostrado que podemos hacer frente a toda pesadilla, sin necesitar ninguna intervención divina...el problema es que para eso debemos estar unidos. Toda la Humanidad unida es igual a un Humanidad libre. Ése es el problema, que no estamos unidos, por eso necesitamos que seres sobrenaturales que luchen por nosotros y nosotros muramos por ellos.
Con esto no quiero decir que no respete a los ángeles...simplemente les tengo, no respeto, como les tuve en el pasado, sino casi odio, por tener que necesitarlos y porque los he conocido tanto, que realmente son también mortales, con sus dudas y sus...miedos.
Si, los ángeles también tienen miedo y eso es lo que hace que aún los admire, aunque menos que cuando era joven.

Continúo escribiendo.

Después de la vergonzosa escaramuza en la que solo se nos ordenó "vigilar y no atacar" mientras teníamos que esperar que los ángeles hicieran algo que podíamos hacer nosotros, nos marchamos de Perugia. Una compañía de ángeles había acudido a nuestra llamada y redució casi con los ojos cerrados al demonio, algo que podríamos haber hecho nosotros, evitando el caos y el miedo de la ciudad al ver la amenaza. Ahora los ciudadanos de a pie salieron a alabar a sus salvadores, a los ángeles, a nosotros ni nos miraron y decían que no merecíamos ser Templarios. Estábamos lleno de barro, las camisas por debajo de los petos estaban empapada y el frió nos calaba hasta los huesos. Gorke, ojeras aún mas moradas y amplias por días, no dijo nada a aquellos desagradecidos, despidió al Miquelita de la compañía y nosotros nos fuimos a toda velocidad al Negro Temple.
Allí, tras nuestra primera misión, con la única baja de un caballo (toda una proeza dando por hecho de que nos enfrentábamos a chatarreros), fuimos recibidos sin pena ni gloria. Ni una triste bienvenida. Cuando llegamos fuimos directamente al patio de armas a entrenar. El entrenamiento como siempre fue simulación de combates por binomios (hay que conocer muy bien la forma de combate de tu binomio, para que puedan complementarse entre ellos): yo iba con Amelia, Duncant con Jacqueline, Johann con Ilse, y Alejo con Jacob.
Estábamos destrozados, necesitábamos descansar. Amelia no tenía ni fuerzas ni para pegarme en condiciones. Durante nuestro entrenamiento iban llegando más Compañías de Templarios Negros que venían de sus primeras misiones, destrozados y demacrados. Estaba llegando el equinoccio de primavera y el Negro Temple estaba experimentando lo que conocíamos como el bautismo de fuego de las Compañías novatas. Nosotros habíamos pasado ya por él, y la verdad no fue tan traumática porque no perdimos a nadie. Gorke inmediatamente fue a ver a sus superiores y mostrar el informe, no había dicho nada malo sobre el Obispo Faustino, pero se la tenía jurada interiormente. Tras presentar informe sobre la misió y dar constancia de que no había ya presencia de tecnología prohibida en la conglomeración de Florencia (aunque fuera mentira) volvió al patio de armas donde estábamos entrenando.
-¡Compañía!¡Formar!
Formamos filas de inmmediato, ojos entrecerrados por la falta de sueño. Gorke lo sabía y no se andó con rodeos.
-Mis superiores parecen satisfechos con el informe que he presentado sobre el desmantelamiento en Florencia. Estamos en primavera y por estas fechas se llevan a cabo las primeras misiones de los Templarios novatos. Vuestra generación de Templarios Negros ha pasado las llamas de lo que llamamos el bautismo de fuego, así que, ahora que llega el equinoccio, como recompensa se nos manda de pergrinación a Roma Aeterna prestos a participar en la Consagración de los Engel. Disfrutadlo.

Sentí un cosquilleo por mi espalda.¡Íbamos a Roma!¡Vería la ciudad eterna! Todos los creyentes angélicos deberían haber ido al menos una vez en la vida de peregrinaje a Roma y a Spira, normalmente cuando se es un crío las familias llevan a sus hijos a Roma el día de los Niños, el uno de febrero, para que sean bendecidos por el Pontifex. Ninguno habíamos estado allí, y menos aún de niños, pero las maravillas que se escuchan de la capital angélica no eran pocas. Ya era tarde para recibir la bendición del Pontifex, ya tenía 19 años.
Roma...el centro de poder de la Iglesia. Una ciudad donde decían que se veía que la mano de Dios había actuado con bondad y misericordia durante siglos y siglos. Allí donde gobierna el representante de Dios en la Tierra, el Ponfifex Maximus Petrus Secundus durante cientos de años sin haber envejecido nada, con la misma apariencia de niño y la sabiduría de millones de ancianos.
-Partiremos mañana. Tendremos un día para llegar y poder asentarnos y el otro para participar en la Consagración. Espero que disfrutéis esto, porque después estaremos en batalla día sí y día también.

Pobre idiota que era...estaba deseando ir a la Ciudad Eterna y ahora estoy deseando salir de ella.
Para mí ya no es la Ciudad Eterna, sino la de la condena eterna.

Después del entrenamiento no fuimos al "Capa y espada", no podíamos celebrar la supervivencia a la primera misión a lo bestia (como siempre) porque partíamos al amanecer, así que fuimos a los barracones de campaña. Me fuí a dormir con un cosquilleo en el estómago. No podía dormir, estaba deseando que llegara el amanecer.
-Duncant...¿Duermes?-dije.
-Bueno...ahora no. ¿Qué ocurre?
-No sé, no puedo dormir.
-¿Ganas de ver Roma?
-Eso creo.
-No es para tanto.
-¿Has estado ya en Roma?
-Claro.
Amelia se levantó de repente.
-¿Has estado en Roma?-preguntó sorprendida.
-¿Estabas escuchando?¿Es que no tienes educación? -le dije para chincharla.
-El que no tienes educación eres tú que no me dejas dormir.-me replicó para después sacarme la lengua. Se arrimó a nosotros y miramos a Duncant.-¡Vamos Duncant! Cuéntanos cómo es Roma.
-¿Es cierto que sus construcciones llegan hasta las nubes?-pregunté yo.
-No todos, pero allí se encuentra el firmamento de los Miquelitas y dicen que en lo más alto de su Cielo el Ab de la Orden se puede comunicar con el Arcángel Miguel.
-Pues a mí me han dicho que en los barrios bajos hay ratas enormes.-Amelia le quitaba todo el encanto que yo le echaba en mi imaginación a Roma, pero la verdad es que era cierto, hay ratas enormes en los suburbios.
-¿Y sus cielo está orlado de ángeles?-volví a preguntar ignorando a Amelia.
-Incluso plagados de estatuas magníficas de ellos.-dijó él bostezando, era tarde.
-Bah ¿Para que quieres ver un montón de pollos volando sobre tu cabeza Isaac?
-¿Cómo que pollos?-no podía creer lo que oía-¡Son ángeles! Los han enviado el mismísimo Señor para salvarnos en esta época oscura, probablemente la úlitma, a la que se enfrente a la Humanidad. Son seres divinos y misericor...-un ronquido me interrumpió, Amelia estaba sopa al lado mía. Lo peor es que no era una actuación burlesca, se había dormido de verdad. Duncant volvió a bostezar antes de tumbarse y despedirse hasta el día siguiente
-Es mejor que lo veas con tus propios ojos y saques tus propias conclusiones. Creo que cada uno ve Roma dependiendo de su fe. Mientras que para uno puede ser un nido de ángeles-me señaló-, para otros puede ser un nido de ratas-ahora señaló a Amelia-. Buenas noches Isaac y duerme, por el amor de Dios.-me dió un cocotazo, se tumbó y cerró los ojos.


La verdad es que me costó dormir. Esa noche soñé con ángeles.

1 comentario:

  1. Nidos de ratas... al fin y al cabo las palomas son ratas con alas - Amelia

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