viernes, 6 de mayo de 2011

¿Hasta cuándo piensas aguantar...?

Dios...¿Es que nunca encontraremos el descanso? ¿Es que nuestra aparente victoria solo es un punto y aparte en mi vida?

Pensaba que tras nuestra vuelta de los infiernos, que tras sobrevivir a los delirios de Lucifer ya no volvería a tener nunca pesadillas con el castigo eterno. Pero no parece que haya cambiado mucho...

Mis pesadillas sí han cambiado...pero siguen sin ser tranquilizadoras.

Los lagos de azufre se abrieron ante mis pies, los niños sin bautizar se retiraron entre agonías y movimientos macabros; los coléricos se calmaron para darme paso, los traidores se apartaron sin apuñalarme al pasar por sus lados; la gula apaciguó su ansia y cerró los colmillos babeantes sin querer devorarme; los lujuriosos cesaron su macabra orgía eterna; mis amigos y mis padres no gritaban mi nombre con odio mientras eran desollados por los sádicos verdugos del infierno, ni me culpaban de su sufrimiento...

De repente, mis pesadillas eran diferentes. Me convertí parte de ella. Todos ellos, demonios, condenados, cadenas y fuego abrasador, se abrieron como un mar rojo de sangre mostrándome el camino yermo y poblado de crucificados que ansiaban la bendición de una muerte que nunca llegaba. Ese camino conducía al interior de mi alma.

Allí, en el centro de todo y de nada, me hallaba solo en un espacio vacío. Desnudo, insignificante, con la cruz de mi antigua orden cosida al pecho, desangrando mis vivencias por las costuras y derramadas sobre la piel. En esa negrura me veía encadenado. Encadenado por las dudas, el miedo, la confusión, la pérdida, la muerte y el dolor. Eran cadenas que ya conocía, pero había otras dos cadenas que me apresaban dolorosamente las muñecas. Eran dos brazos enormes, caóticos, aparentemente piedra y uñas oxidadas, tan viejo como la tierra y tan astuto como un demonio. Su rostro sádico sonreía detrás de mi y me apresaba dolorosamente. Él había despertado hace poco, pero lo confiné en el fondo de mi alma...de momento. ¿Cuánto iba a poder durar aquello?
A mis espaldas, Azael seguía apresándome con agonía y ansia. Su rostro parecía disfrutar de todo, incluso de lo malo. Atravesó el espacio de mi alma, el alma que quería conquistar para sí...¿nuestra alma? Me susurraba siseante, como una serpiente tentadora.

-Es cuestión de tiempo que reclame tu alma, pequeño mortal- comenzó a decir el demonio conteniendo un gorgoteo gutural que se suponía que era una risa cavernosa- Pero tu carcasa mortal puede comérsela Cerberus...para otra cosa no sirve- concluyó divertido por su idea.


-Te mantuve a raya una vez, puedo volver a hacerlo- contestaba yo impasible y cabizbajo, dejándome sujetar por sus cadenas débilmente


-Oh, cierto. Una vez fuiste un estúpido por salvarle la vida a un ser que entregó a tu hija a tus enemigos. Una vez, fuiste un estúpido al perdonar a los seres que te trataron con asco y desdén por simplemente ser mortal. Una vez, fuiste un estúpido por no odiarlos y matarlos cuando sus cuellos estuvieron bajo tu espada. Una vez fuiste estúpido...y por eso sigues siendo un mortal.


-Sea fe o estupidez, te mantuve a raya.


-¿Fe o estupidez?- rió oscuramente Azael a mis espaldas, notando su aliento de azufre en mis oídos, yo seguía colgando de sus cadenas penosamente-¿En qué se diferencian?


-No conseguirás nada por ese camino, demonio.


-He vuelto a la vida muchas veces de esta manera, ¿qué te hace pensar que tú eres especial? Además, ya volví a la vida una vez tras tu muerte, por eso estoy aquí. Dime, Isaac ¿piensas vivir eternamente?- preguntó divertido y curioso.


La cadena de la duda me apretó en el cuello. Azael prosiguió.

-Cuando tú mueras, yo volveré a caminar sobre la tierra otra vez. Cuando tú mueras, reclamaré mi trono de cráneos y lideraré a la tercera legión del abismo sobre vuestro mundo. Cuando tus hijos nazcan mi esencia estará en ellos. Hagas lo que hagas, yo siempre estaré contigo, sintiendo lo que sientes, viendo lo que ves, esperando eternamente a un flaqueo tuyo para resquebrajar tu voluntad y arrebatártelo todo. Todo.


-¡Basta!

-Pero puedo ofrecerte mi poder voluntariamente...solo tienes que dejarte llevar por tu rencor más oscuro.


-¡Cállate!- le pedí alzando el rostro, pero no podía verle, seguía sujetándome las muñecas con cadenas, detrás de mí.


-Yo puedo salvar a tu hija de una muerte segura y brutal. Con mi poder podrías ayudar a los oprimidos y a aliviar su sufrimiento. Podríamos vengarnos de los ángeles, esos seres celosos de la humanidad porque creen que ellos son los verdaderos hijos de Dios. Alzaríamos de nuevo a la humanidad que tú tanto admiras. Haría que Duncant no te odiara por mancillar a su hermana mientras él se pudría en el infierno. Haría que tus padres se sintieran orgullosos de ti y no pensar que su hijo es solo un proscrito bandido. Puedo hacer que Amelia no te abandone tras no poder impedir tú la muerte de tu hija...


-¡Olvídame!- comenzaba a tirar de las cadenas, implorando que se callara.


-Has visto que desde que estoy en tu alma despierto, el infierno te obedece, te respeta...y sobre todo, te teme. Si me dejas volver a la vida voluntariamente, si me liberas de tu maldita prisión, podría darte todo ese poder y más.

-Mientes...

-No me costaría nada, mortal. Y tengo mucho que ganar. Y tú nada que perder.

-Puedo perderlo absolutamente todo.

-Lo que tú posees es algo insignificante comparado al poder de un demonio. Todo es más grande de lo que crees. ¿No sientes miedo al saber que para el universo no eres más que una diminuta partícula de un ácaro? Incluso podemos llegar a creer que a aquél a quién llamamos Dios no es más que una fuerza inferior a otra mayor...que ni soñaríamos a imaginar. Tan presente y tan oculta a la vez. Alguien que decide por todos nosotros.

-Yo puedo elegir.

-Claro que puedes elegir...ese fue el maldito regalo que os dio Dios. El libre albedrío. Pero Isaac, piensa en lo que te ofrezco. Te ofrezco poder y la solución a todos tus problemas de forma voluntaria. No deberías pensar en mí como tu enemigo, sino en alguien que fue un incomprendido como tú hace miles de años y que quiere cambiar las cosas.

-Los demonios traicionasteis una vez...los traidores vuelven a caer en su pecado siempre.

-¿Y acaso tú no traicionaste a tu Orden? ¿No eras acaso un Templario antes, y por no compartir las maneras e ideas desertaste para cambiar el mundo? Isaac, conocer las cosas tal y como son y cambiar de opinión no es traicionar ¡Es abrir los ojos a la verdad! No somos tan diferentes tú y yo, Isaac. ¿Cómo crees que se forman los grandes demonios? ¿Cómo crees que se llega a ser dios? Cualquiera puede llegar a serlo si sabe jugar sus cartas, ¿crees que Dios siempre fue Todopoderoso? Él empezó desde abajo y con sus intrigas se hizo con el cosmos. Tú has dado los primeros pasos y puedes continuarlos hasta el final...o querer seguir siendo un estúpido mortal por estúpida ignorancia.

-Yo...yo...-dudé, aquello fue tentador, lo que se me ofrecía era la posibilidad de cambiar el mundo a mejor...¿pero acaso no todos los que caen lo hacen por eso, y al final lo que hacen es más daño?- Aparta este cáliz de corrupción de mí, demonio.

Sus dientes, que eran todo colmillos se afilaron y abrió la boca como un tiburón.

-¡Maldito mortal, te estoy ofreciendo la posibilidad de poder convertirte en el mismo Dios!

-Uno no entiende lo que es eso si no se ha sacrificado, si no ha luchado por los demás, si no ha renunciado a su pan de cada día para dar de comer a los hambrientos. No has comprendido nada, Azael...el infierno me demostró que la divinidad no son las potestades que poseéis, sino tener el valor de saber perdonar y de sacrificarte por los demás. Tú buscaste el camino fácil, el de la traición, y simplemente creaste más dolor.

-¿El camino fácil, mortal?- contestó furioso- ¡¿Crees que fue fácil que Aza y yo discutiéramos con 
Dios en el principio de vuestros tiempos?! ¡¿Crees que fue fácil nuestra caída y encierro en las Montañas de la Oscuridad?! ¡¿Fue fácil acaso estar encadenado todo este tiempo, intentando volver a ser libre del todo una y otra vez?! ¿Es ese el maldito perdón que promueves? Pues que sepas que Dios no está dispuesto a perdonar como tú. Estoy harto de ser libre de forma parcial. Durante mis pequeñas libertades enseñé a las mujeres maquillarse, a ocultar su naturalidad, hasta me reproduje con tu especie con la esperanza de dejar una pizca de mi esencia. Quiero sacar todo mi poder, como antaño, bajo el mando supremo de aquél que nos hizo abrir los ojos, de Lucifer, iluminado por la naturaleza del Adversario. Quiero volver a ver la luz y gobernar lo que nos pertenece por derecho...¿o acaso Terra no era un regalo de Dios? Quiero dejar de estar encadenado sobre mi trono puntiagudo, en ese desierto oscuro esperando el Juicio Final.-acercó su rostro a mi oído y siseó espeluznante-. Tú eres el último obstáculo que me queda para unirme al Gran Juicio Final.

-Entonces seré el obstáculo más difícil que tengas- le aseguré al contemplar levemente sus verdaderas intenciones.

Azael, furioso, alzó su mano para golpearme con sus garras de piedra...pero se contuvo. Aunque él me encadenara a mi, el alma me seguía perteneciendo. Lo único que podía hacer allí era tentarme. 

Nada más.

-Como desees, mortal. Pero acuérdate de mí cuando llegue todas las cosas malas que te he vaticinado. Y entonces te arrepentirás y desearás morir...y ten por seguro que yo estaré allí.

¿Acaso ese es el sentido de mi vida? ¿Acaso mi vida solo iba a servir para volver a revivir a un gran demonio?

En cualquier caso, pienso ser el guardián que impida su vuelta al mundo. Pero...¿qué más puede un hombre hacer?


Malditas pesadillas...


"¿Hasta cuándo piensas aguantar...¿Isaac?"

1 comentario:

  1. Hay tantas posibilidades. Un poder casi ilimitado, cruel o divino, según quieras juzgarlo... o controlarlo. Si pusieran en tus manos el destino del mundo, si se te diera la opción de acabar con todo mal, ¿qué harías? Algunas veces encontramos el peor de los sufrimientos intentando hacer el bien. Algunas veces, Isaac, no se debe pretender ser más de lo que se es. Nuestra alma quedará a juicio de quien sea, pero solo nosotros, manos y pies, hombres al fin y al cabo, tenemos derecho a decidir sobre nuestro destino.

    Incluso el más poderoso de los demonios tiene flaquezas. Incluso el más humilde de los hombres puede recurrir al valor de no rendirse.

    ··Gorke··

    ResponderEliminar