martes, 7 de diciembre de 2010

Un final, un nuevo comienzo.

Allí estaba. Con esa mirada de siempre que nunca lograré descifrar su significado. Como si rebosara alegría, pero a la vez la contuviera, esa expresión tan infantil, como si fingiera que estaba enfadada...y eso era, solo un fingir. Andó sobre la fina hierba tímidamente, con los hombros encogidos. Se acercó sin hacer ruido, casi con vergüenza. La pequeña me miró desde abajo, desde su mundo. La miré...y no pude contener una sonrisa. El corazón me latía con celeridad. ¿Cuántas veces había soñado con esto? ¿Cuántas veces había deseado volver? Aunque lo supiera, no serían las suficientes.


¿Quién me iba a decir que la iba a querer como si fuera mi propia hija?

-Ya estoy de vuelta, Lois.- le aseguré poniéndole una mano en su cabeza.

Ella me estampó un abrazo a traición, como siempre, sin avisar. Contuve el dolor de las heridas y dejé caer las espadas para recibir el abrazo. Lois restregó su rostro en mí, negando.

-No volváis a iros nunca más, ni mamá ni tú.- fué lo único que acerté a oir. De repente, apartó su cara para mirarme seriamente, como si temiera alguna mala noticia.- ¿Y mamá?

-Está en el carro.- le di un golpecito en la espalda para animarla a acercarse a saludar. Ella echó a correr.

Galadriel había echado a correr hace un buen rato hacia las tiendas del campamento. Me pareció verla entrar en la tienda de Gorke.

Los petirrojos saludaban a los recién llegados. Me fijé en la figura encapuchada de Kanpekiel, que hablaba con un tono extraño.

-Mi nombre es Alejandro...-estaba explicándole a todos.

"Ni muerto te vas a librar..."

Me acerqué y con violencia le eché atrás la capucha. Su rostro quedó al descubierto y a los petirrojos se les cambió la cara al reconocerlo. Nunca había leído tanto odio en tanta gente junta y armada. Tampoco oí tantas armas de fuego cargarse a la vez tan rápido. Uno de ellos se acercó mascando algo.

-¿Tú no eras el pollo que entregó a la cría?- preguntó amenazante. El resto asintió con la cabeza, crujiendo nudillos.

-Todo vuestro.- dije para salir de la escenca y seguir mi camino.-Supongo que tendré que informar al superior.- fuí cojeando hasta la tienda. Suspiré antes de entrar.



Aparté la lona y entré en la tienda. Gorke estaba en un enorme escritorio lleno de mapas, hojas, tinta y alguna pluma. A su lado en el suelo, estaba Galadriel histérica al lado de Noxel, que estaba en el suelo, inconsciente.

-Déjalo Galadriel, aún le quedará un rato para despertar...he tenido que sacudirle bien para que no se escapara.- le aseguró Gorke sin apartar la vista de los documentos que tenía en la mesa. La urielita no cejó en su empeño y seguía llamando al inconsciente.

-Ehh...-comencé a decir, no sabía lo que había pasado pero me lo imaginaba. Hice el saludo militar profano, mano a la frente y pies juntos.- Se presenta el soldado Isaac, señor.

Gorke levantó la mirada y se levantó con una sonrisa bajo el mostacho. Me tendió el brazo y nos saludamos de forma fraternal. Estrechando el brazo, no la mano.

-Por fin alguien que se presenta como se debe.- dijo él contento echando una mirada a Galadriel

-Ya es dificil perder la costumbre.

-¿Cuántos habéis vuelto?- preguntó más serio

-Todos.

-Todos y...

-Y más... de los previstos.

-¿Qué? ¿Cuántos?-preguntó un poco incrédulo.

-Tres más.

-Vaya...-dijo tras una larga pausa-.Eres bueno, chico. Vayamos a verlos.-dijo saliendo, me apresuré para alcanzarle.

-Bueno...hay algo más que tendría que decirle...



Pero no hizo falta. Gorke ya había visto a Kanpekiel. Aunque sin alas...seguía teniendo la misma apariencia. Se acercó a él, dejando poco espacio. Gorke se mantuvo ergido, inamovible.


-Donde está mi rifle.- murmuró sin quitarle los ojos de encima al traidor.

-Aquí señor.-le alcancé el arma.

Metió una bala en la recámara y se acercó. Los soldados curiosos abrieron paso a su lider, escoltandole hasta Kanpekiel.

-Dime por qué has vuelto y por qué demonios no debería matarte.

El caído, ahora mortal, agachó la cabeza, pero no la vista.

"No está arrepentido, pero...¿nos respeta?"

-Solo...quiero redimirme.- fue lo único que dijo para defenderse.

-Quiero que mañana estés fuera de este campamento. Puedes quedarte esta noche, no más. Es una oferta muy generosa. Si mañana sigues aquí, les diré a mis chicos que tiren a matar. ¿Me he explicado?

Parecía que Kanpekiel esperaba algo más de comprensión o perdón. Es cierto que le salvé la vida en el Infierno, pero aunque nuestras intenciones no sean malas...no quiere decir que seamos unos santos.

-Sí.-dijo el ex-miquelita tras una larga pausa.

-Muy bien.

El líder petirrojo pasó de largo sin mirarlo siquiera y se dirigió al carro, con los supervivientes que aún descansaban en él. La muchedumbre se despejó y Kanpekiel se quedó de pie mirándo su entorno mientras volvía a ponerse la capucha. Lois volvió de las carretas y se agarró a mis ropas. Galadriel había salido para ver lo que pasaba. Me agaché para hablarle a la pequeña.

-Lois, ven conmigo.- le tendí la mano, que apretó tiernamente.

La llevé de la mano un rato por el claro. La solté para acercarme a la figura encapuchada de Kanpekiel, lo cogí de la nuca y violentamente lo empujé hasta la niña. Le pateé la articulación de la pierna para ponerlo de rodillas delante de ella y entonces...mostré su rostro ante sus ojos.

"Espero que me perdones, Lois"

La mirada del caído y de la niña se cruzaron. Él la miraba desde el suelo y ella desde arriba. Lois abrió los ojos con pánico, como si hubiese descubierto el monstruo de debajo de la cama existía en realidad y no una pesadilla que se guarda en el fondo de un baúl. Y en parte, así era, nadie le había causado tanto daño, y ella había sufrido mucho en su vida. Lois retrocedió lentamente sin dar la espalda, pero Galadriel estaba detrás y la tomó dulcemente de los hombros para que no escapara. Ella también creía que debía enfrentarse a su demonio.

Tomé de los pelos a Kanpekiel, que se dejó hacer, sumiso. Le alcé la cabeza, llevando su oído hasta mis labios.

-¿No querías redimirte? Pues esta es tu oportunidad.- le bajé su cabeza, quecasi se hunde bajo los pies de la niña.

-Yo...yo...no sé que decir.

-Empieza con sentir todo el daño que le has hecho.- miré a Lois y le hice un gesto con la cabeza, para tranquilizarla, pero seguía inquieta.

-Lo siento...

Volví a alzarle la cabeza y a amenazarle al oído.

-Tendrás que esmerarte un poco más. -le obligué a que mirara a Lois aún de rodillas.

"Suplíca maldito. Suplica perdón a la niña indefensa a la que dañaste...por la que casi perdemos la vida todos"

-¡Lo siento! Yo...yo...yo no sabía que aquello iba a suceder así, no sabía que sufrirías. No sé cómo pedir perdón. Lo siento.

Lois seguí recelosa con las manos de Galadriel apoyadas en sus hombros detrás de ella. Miró a Galadriel, que y con la mirada le dió a entender que se iba a soltar. Se acercó al ex-miquelita, aún arrodillo frente a ella.

-Te perdono-respondió con la boca pequeña.- Pero no perdono el daño que le has hecho a mi papá y a mi mamá.

Dicho esto, se fué corriendo y nadie se lo impidió. Levanté al preso cogido del pelo y lo empujé.

-Ya puedes largarte.

Galadriel se quedó de pie, con las alas un poco inquietas. Me miraba un poco triste. Era normal, ¿cómo había acabado todo así? Hace tanto tiempo de cuando nos conocimos...apenas yo me reconozco. Ni siquiera en el reflejo me identifico. Los años no pasan en vano y el sufrimiento es expereciencia.

Sentía que había vivido tanto en tan poco tiempo... También sentía que en mi vida se empezaba a escribir mi final. Presentí que vivía el principio de un final incierto...un final en el que se había empezado a derramar tinta.

Le devolví la mirada a Galadriel. Fue una mirada cansada y triste.

-Tenía que hacerlo.- me disculpé.

-Lo entiendo.- dijo el engel asintiendo con la cabeza.

-Perdóname.- eché a andar a la caravana de carros.

Allí estaban todos los que habíamos traído del mismísimo Infierno. Dormían aparentemente y no sé cómo podían hacerlo...llevaban durmiendo en el purgatorio tanto tiempo...

Miré el rostro de mis padres, descansando apaciblementes. Mis padres, perdidos allá tanto tiempo.

"¿Se acordarán de mí? ¿Me reconocerán? ¿Tendrán historias de mi infancia para contarme? ¿O todo fue sufrimiento?"

De repente sentí una duda dolorosa en el pecho.

"Se...¿se sentirán orgullosos de mí?"

De repente, la figura del Pater Brahms abrió los ojos. Estoy seguro que me vió, pero no dijo nada. Yo, con una punzada en el estómago, me fuí de la escena rápidamente, temeroso. Rechazando aquél encuentro que tanto ansié en toda mi vida.

Un soldado atendió al recién levantado. Pero éste no quería atenciones, solo respuestas.

-¿Quién es ese hombre...?- preguntó al guardia que le asistía.

-Eh... no le he visto, señor. No lo sé.

-Es extraño, juraría que...

Escuché el familiar sonido de mis p isadas por la hierba, alejándose.

"Por favor, sentíos orgullosos de mí"

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