lunes, 21 de diciembre de 2009

Notas de hielo y cristal.

Las lágrimas del cielo se estrellaban contra el cristal, se derramaban, renegadas caían lentamente atravesadas por la luz ámbar de los luceros urbanos. El viento se ondulaba en una danza invisible bailando al mi alrededor, absorbiéndome los latidos del corazón. Pero el ritmo sigue siempre constante, mi pie marcando el tiempo sobre el pedal...el tempo, diría mi eterno amigo de madera en una de esas noches de soledad. El aire gélido baila a mi alrededor, me roza la piel en caricias muertas y me roba la vida en susurros ululantes. Comienzo a rozar las blancas teclas...suenan claras, frías, constantes y crecientes en tensión. El frío ululante e indignado pretende robarme la atención, me atraviesan como cuchillas el alma, como cientos de amores rotos. Me recorren cada y uno de mis carnes hasta salir por las yemas de mis dedos. Intento mantener el coloquio de gestos con el piano. No...no quiere hacerme daño, el aire gélido que comienza a brotar de mis dedos se congela en mis yemas, me regala un sonido que nunca jamás había salido de mí. Notas frágiles, tímidas que ganan más fuerza que la anterior y volviendo a ser recogidas tiernamente. Esas notas de hielo y cristal. La lluvia comienza a repiquetear más alegremente en la noche, ya no se siente sola en su música. La acompaño al piano en su percusión caótica. La acompaño en florituras cálidas arpegiadas. Sigue lloviendo, mis notas también llueven, hacia arriba, hacia abajo, olas de sentimiento sin destino. El agua del cielo lo purifica todo, lava el alma, enfría, cala hasta el alma y la purifica. Llueve sobre enamorados no reconocidos, sobre solitarios, alegra al precavido y fastidia al perezoso, saca lo mejor de nosotros y lo peor. Ahora también llueve mis notas no escuchadas por otra persona, aún así existen, aunque nadie me crea. Crece la tensión, es el crescendo de la lluvia. Un descenso atropellado. Silencio. Vuelta al murmurar de la música. Pregunta de las graves y oscuras, respuestas de las finas y agudas. Murmullo decreciente, se pierde en la oscuridad, solo es un susurro.

Silencio.

El frío de mis dedos se ha evaporado. Mi música se fué con él.


Mi piano, eterno cascarrabias, tenía que tener siempre la última palabra.
-La lluvia la provocaste tú.

1 comentario:

  1. Quizá eres el director que orquesta la lluvia ^^. El piano es el acompañamiento y tus dedos la batuta.

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