martes, 18 de agosto de 2009

Esto es agonía.

Raziel esperaba paciente detrás de la gran puerta de grandes adornos, esperando que en cualquier momento le dieran la orden de entrar en el Gran salón de los Pilares, donde, entre ellos, como signo de irónica blasfemia, se situaba el trono de Kain.

Se contaban muchas historias sobre su señor Kain, pero nunca se sabía si eran verdad o meras leyendas que arrastraba el tiempo.

Se estaba impacientando y sus garras empezaban a arañar el suelo, cambiaba continuamente el peso de su cuerpo de una pierna a otra mientras se colocaba adecuadamente la capa que solo cubría su brazo izquierdo, con la marca de su clan.
Raziel era el primogénito y lugarteniente de Kain al cuál había servido durante 1000 años, y, obviamente antes había sido mortal, como todos los vampiros.
Se abrió la puerta y Raziel se dispuso a entrar, con paso firme, pero realmente temeroso del desenlace de toda aquella situación.

Cuando entro salió de la oscuridad, y entró en el Salón de los Pilares, cuyos pilares antes sanos y hermosos que se alzaban hacia el infinito cielo se mostraban en un estado bastante lamentable.

Vio a sus hermanos de pie ante el trono, con los que estuvo en los albores del imperio de Kain, como meros espectadores de lo que allí iba a ocurrir. Sus hermanos, al igual que él, también poseían sus propios clanes.
Kain, como siempre, estaba en el trono incrustado en el pilar del centro del salón circular, acariciando el mango de su querida espada que poseía una empuñadura con una calavera que mostraban unos colmillos vampíricos y la hoja presentaba unas ligeras sinuosidades dándole un estilo extraño y especia. De ella se contaban que estaba poseída por un espíritu que antaño devoraba las almas de sus enemigos…La Segadora de Almas.

Los clanes, continuamente evolucionaban obteniendo características menos humanas, y más…podría decirse más divinas. Kain solía evolucionar primero, ya que era el señor, presentando nuevas dotes a sus vástagos vampiros, que más tarde le imitarían.

Pero esta situación era especial, insólita, una blasfemia, pues Raziel se había adelantado a su señor en el camino de la evolución.

Se postró ante Kain, dando muestra de obediencia a su señor, y, ante la sorpresa y envidia de sus hermanos, Raziel comenzó a mover algo que tenía en su espalda, que temblaba tímidamente y daba la sensación de no saber como hacerlo, hasta que finalmente, con dificultad y violencia, las abrió…alas.

Se produjo un silencio sepulcral espantoso en la sala, y Raziel agachó la cabeza consumido por la vergüenza.

El rostro de Kain mostraba la indignación de ser testigo de una horrible herejía, la mueca de alguien que es insultado brutalmente. Se levantó y se acercó a Raziel, que se relajó porque su amo no llevaba consigo la Segadora de Almas. El padre de los vampiros comenzó a dibujar vueltas sobre Raziel sin dejar de prestar atención las alas que no habían poseído nunca los vampiros, a excepción de los antiguos.

Kain empezó a inspeccionar las alas tactilmente, y de un golpe fugaz y cruel le arrancó con las garras las alas. El dolor era insoportable…y el juzgado se rindió al dolor.
Raziel se despertó y dos de sus hermanos le sostenían por los brazos.
Se encontraba en el Abismo. Ante él se mostraba un gran precipicio donde unas corrientes enormes de agua giraban en círculos a una velocidad de vértigo. Esta imagen no le hubiera sorprendido si no fuera por lo que iban a hacer con él en ese abismo, le iban a arrojar. Ese era la condena de los traidores y débiles, ser arrojados al abismo ardiendo por toda la eternidad.

La condenación eterna…

Después, horrorizado, escuchaba como su maestro y amo decía con suma frialdad:

“Arrojadlo”




Lo empujaron sin dilación…



…sin compasión…


…sin pena…



…sin clemencia.

Raziel caía en el vacío gritando con odio e impotencia. Su caída fue eterna, hasta que entró en contacto con el agua, para los vampiros el contacto con este elemento es arder en una hoguera infinita, sin poder llegar al descanso eterno nunca.
Su primer contacto con el agua fue horrible, fue un contacto ardiente y abrasador. Las entrañas le ardían desde el mismísimo interior de su ser, implorando amnistía, perdón, arañándose con sus garras para sentir otra cosa que el ardor que le consumía, pero no había marcha atrás y siguió ardiendo en las profundidades del abismo donde no existía ni un atisbo de luz, ni una esperanza. Sus primeros cinco minutos en su condena eterna le pareció una eternidad y a la vez el tiempo se había detenido…y asi pasaron mil años.


Mil años de agonía.

Entonces, y solo después del milenio, sus plegarias fueron escuchadas.

Se despertó en un lugar extraño, cubierto con un velo de luces espectrales azuladas, empezó a examinar su cuerpo. Su cuerpo solo mostraba una sombra de lo que antes había sido…su cuerpo solo mostraban músculos que habían adquirido un color extraño, sus ojos brillaban de odio, pero había algo peor…

Había perdido la mandíbula inferior y se cubrió la parte mutilada con la capa que marcaba su clan, como una bufanda, pero no le importó en absoluto porque…



…Estaba vivo.
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http://www.youtube.com/watch?v=Gm_wrZSJmJk

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