domingo, 29 de diciembre de 2013

Las alas de la muerte

Se puede decir que Noxel es el paradigma de los sanadores. Una persona que siempre antepone el bienestar de los demás al suyo. Alguien a quien no le importa arriesgar su vida si con ello puede sanar otra. Y como el mejor de los curadores, cayó para darle un poco más de vida a los suyos.

Estoy seguro de que si Noxel estuviera aquí con nosotros, nos diría que fuéramos fuertes. En especial a ti, Galadriel, por quien se desvivió completamente sin esperar nada a cambio...

También nos envía una amistosa advertencia, antes de las horas oscuras. Nos ha hecho ver que hasta los que sanan pueden ser heridos y nos presagian tiempos difíciles. Estaremos preparados gracias a su sacrificio.

Algunos de vosotros, guerreros, pensaréis que la mejor muerte es morir contra el mayor de los engendros, luchando contra la injusta Iglesia o contra un enorme ejército de bandidos, en noble y heróica batalla. Pero estamos todos equivocados. La mejor muerte es la que tuvo él. No luchando para matar a nuestros enemigos, sino muriendo para proteger a los suyos.

Y así lo hizo, y así deberíamos estar dispuestos nosotros algún día cuando llegue la hora de las espadas y la pólvora.

Estoy seguro de que Noxel está ahora mismo en el Cielo...pero no le compadezcáis, pues estoy convencido de que está harto de nosotros, de tener que curarnos las heridas que nos hemos hecho por cafres y de ponernos suturas a cada una de nuestras gracias suicidas en combate. Dejémosle descansar, que haber muerto y resucitado 4 veces cansan a cualquiera, así que te mereces un buen descanso, Noxel.

Ha sido como un padre que nos ha enseñado a andar y que nos ha curado cuando hemos tropezado. Ahora es un padre ausente, que espera que sus hijos hayan aprendido a cuidarse y a saber no tropezar..

Ya no estamos bajo la sombra de sus alas. El camino es nuestro y su sacrificio nos recuerda que no debemos volver a tropezar.

Descansa en paz, no en el olvido.


Te has ganado tus alas, Noxel.

Isaac


jueves, 5 de diciembre de 2013

Blanco y Negro. Luz y Oscuridad.

Bajo de la cubierta del Santa Bárbara, que marcha rumbo a la antigua España. Voy tambaleándome, junto con el futuro de todos, la espalda me pesa. Ahora entiendo lo que debía sentir ese pagano de Atlas, cuando tenía que sostener el peso del mundo. Mi espalda está a un problema de quebrarse y necesito dormir, pero para variar, no consigo descansar. Para ser honestos ni siquiera lo intento. Amelia me está esperando para dormir, me mira sin pestañear y sus ojos brillan con intensidad desde la oscuridad, mientras vela el sueño de Lois. Ha soltado las hachas, mal momento para empezar a dejar ese hábito. La que se avecina es grande. No, grande no.

Cósmica.

Con un suspiro iracundo se da cuenta que no me permito ni un descanso. Me tumbo junto a ella ella, sí, pero solo el cuerpo está allí. Ella se voltea tumbada sobre la cama improvisada, mira mis ojos cansados, con preocupación.

La miro con los ojos vidriosos pero no le digo nada, no quiero despertar a la niña. Nos miramos, sé lo que piensa.

 "Déjame compartir tu carga." Me dicen sus ojos suplicantes, pero en cuanto le sonrío tristemente bufa silenciosamente mientras sus ojos relampaguean en la oscuridad. "¡nadie te ha elegido mártir del mundo, ¿sabes? ¡Nadie te obliga a que te preocupes de esa manera! Eres humano, no puedes achacarte todos los problemas del mundo, nadie podrá juzgar tus actos. ¿Por qué te empeñas en coger la carga de todos? ¡Imbécil, que eres un imbécil! "

En silencio me sigue mirando, buscando una respuesta en mi mirada. Pero esta hueca, su pregunta resuena haciendo eco. Las ojeras surcan mi rostro, cada vez más envejecido por los problemas que por la edad. A pesar de que no le respondo, sabe que estoy rezando, pero no a Dios, ni al Demonio. No rezo a nadie, solo rezo en mi interior, son oraciones a nadie, solo a cualquiera que quiera saber que un día la humanidad existió una vez, y que intentó con todas sus fuerzas luchar contra el injusto destino.

Al menos uno lucharía.

Amelia sabe que estoy a punto de entrar en el sueño por puro cansancio. Una lágrima seca nace de mis ojos, que han perdido la luz. Ella se arrima e intenta velar mi sueño, como siempre, como una guerrera silenciosa. Para una vez que es silenciosa...

No es suficiente. No es suficiente. No estaremos preparados en dos lunas. No para sobrevivir a lo que se avecina.

Alguien una vez dijo: "si fallas al prepararte, te preparas para fallar"

¿Es eso lo que vamos a hacer? ¿A elegir cómo vamos a morir? ¿Debería ser un consuelo elegir cómo moriremos? ¿Tenemos alguna esperanza?

Los ángeles tienen a su campeón y tienen a la Iglesia Angélica bajo sus pies, con sus aberraciones llamadas proyecto Engel y Abel para tener la victoria. ¿La victoria sobre qué? ¿Qué ganan? ¿Un lugar en el paraíso? ¿La Tierra no es suficiente paraíso? ¿Acaso es una cárcel para ellos?

Pues esta cárcel es mi hogar.

Los demonios también tienen a su campeón campeando a sus anchas, pero en manos de unos extraños humanos. Y nosotros, imbéciles pero dulces humanos, lo estamos criando. Al hijo de...Lucifer. Aún me cuesta creerlo. ¿Cómo pude ser tan necio? Mi pretenciosa ambición al bajar a los Infiernos y rescatar a mis seres queridos injustamente torturados fue lo que provocó que todo esto pasara. Que Galadriel bajara, que Galadriel perdiera el hijo de Noxel, que en su lugar Lucifer lo sustituyera con su infame semilla y que si hijo naciera en la Tierra. ¿Y yo pensaba que con una triste nota evitaría todo esto? ¿Y pensar que haberle hecho caso a una simple nota hubiera evitado parte del Apocalípsis? Los libros de historia pondrán mi cara como el ser que permitió al hijo de Lucifer, un Anticristo con libre albedrío, venir al mundo de los humanos como futuro campeón de los Siete Infiernos. Eso si queda algo de nosotros...claro.

Pero tiene libre albedrío. Él está en nuestras manos desde que nació. Todo depende de la educación que reciba de Galadriel, que aprenda a controlar sus instintos y que pueda diferenciar entre el Bien y el Mal.

Menudas tonterías digo. El mundo no es blanco ni es negro. Es un montón de retales grises, como sus alas.

"¿El mundo no es blanco ni negro? ¿Estas seguro...Isaac?"

Ni siquiera me inmuto. He tenido las suficientes pesadillas como para reconocer cuando estoy en una. Él está aquí. Mejor dicho...Él está en mi.

-Te estaba esperando- le dije con una frialdad que podría haber congelado las puertas del Infierno- ¿Vienes a tentarme de nuevo?

Él río en su interior de lava y roca. Azael. El Ángel Caído que pudo dañar a Dios en una época que ningún mortal podría recordar no tenía nada que temer de un simple humano como yo. ¿Quién fue el necio que pensó que mi cuerpo sería la prisión perfecta para este demonio?

-No, Isaac. No vengo a intentarlo de nuevo. Cuanto más insisto en hacerte ver los grandes dones que te puedo otorgar a cambio de ceder tu voluntad más aumento tu determinación. Cabezonería, lo llamáis los humanos.

La voz era oscura como el mismísimo interior del lado oscuro de la luna. De aspecto vagamente humano, su cuerpo parece una burla deformada de la anatomía humana. Su piel parece estar hecha de la piedra del inicio de los tiempos: afilada, dura e impertérrita ante las erosiones de los milenios de existencia que lleva encima. Su tamaño es inmenso y cambia respecto al miedo que inspira al que lo ve. Ahora Azael era inmenso, pero no tan colosal como lo fue en otras pesadillas anteriores. Él sabe que me inspira terror y se deleita agitando sus alas de membrana. Intento que no se me refleje el miedo, pero es inútil. Su boca volvió a abrirse junto con el calor de todos los Infiernos.

-¿Qué quieres entonces, demonio?- lo miré cansado.

-Dijiste que el mundo no era ni blanco ni negro, Isaac. Que era un retal de tonos grises.

-Mis oraciones son para reflexionar, no para que las espíes.

El demonio fingió una dramática disculpa.
-No puedo estar más de acuerdo, pequeño humano, pero eres el único signo de pequeña inteligencia que puedo abordar desde mi prisión. En realidad, solo quiero ayudarte con tus dudas, como siempre he hecho.

Ya sabía de sobra que venía a tentarme para doblegar mi voluntad, pero era cierto que a veces nuestras conversaciones me ayudaba a sacar cosas en claro.

-¿Y estoy equivocado? ¿El mundo no es gris?

Azael carraspeó guturalmente.

- En cierto sentido, el mundo de los humanos si es así, gris. Pero te recuerdo que vuestra era por fin llega a su fin y la locura del gris se acabará. En el inicio de todas las cosas, solo hubo oscuridad y lo único que la enfrentaba era la luz. ¿Qué crees que pasará cuando llegue el final? Ahora que se acerca el Fin, todo volverá de donde vino, a la luz o a la oscuridad. El blanco o el negro. ¿Por qué crees que te insisto a que te decantes por mi bando cuanto antes?

-¿Y tu bando es el de Lucifer? ¿O tienes tus propios planes?

Azael se quedó extrañamente silencioso y se limitó a respirar profundamente en la oscuridad del velo.

-Los humanos en soledad no podréis hacer mucho contra lo que se avecina. Estáis entre el yunque y el martillo. Pero quizás si me dejaras volver, podríamos compartir el poder, proteger a los tuyos...derrotar a los ángeles.

-Tus palabras están vacías. Ya hemos hablado de esto.

Azael sonrió, levantó los brazos en señal de rendición.

-Está bien, está claro que no vamos a ninguna parte ¡Me rindo!-rió pesadamente- Y ahora que todo está zanjado, ¿por qué no lo celebramos con un inocente juego?

Su capa de sombras voló por la sala, y de donde existía la nada surgió del humo una mesa de roca naciente del suelo. Cuando las brumas se despejaron se vislumbró un elegante y gótico juego de ajedrez.

"Blancas y negras...Azael tiene hasta sentido de la ironía"

Lo miré curioso. Hasta entonces Azael no podía hacer esos trucos en mi interior. Quizás las últimas veces que le dejé salir parcialmente le haya dado un poco de poder. Tengo que tener más cuidado, puede que lo que ceda sea irrecuperable.

-No sé jugar al ajedrez- le respondí sin darle más importancia a su juego.

Justo cuando iba a salir su autoritaria voz sonó en mi cabeza.

-Ahora sí.

Sentí como si alguien abriera todos los recovecos de mi mente y los despejara, como si de una cerradura en mi mente se tratara, algo pegó un chasquido indicándome que se había abierto una puerta que antes me estaba vedada.

Me quedé congelado. No solo había aprendido a jugar al ajedrez, sino que además tenía en mi mente nociones tácticas muy buenas. La oscura risa de Azael se tornó paternal, como el de un familiar que sonríe ante la inocencia de su niño.

-Mi pobre humano, cuando decía que podía otorgarte grandes conocimientos en una milésima de segundo no lo decía en broma. ¿Y te sorprendes solo porque te otorgué la sapiencia de jugar al ajedrez? ¿Qué harías si te diera los secretos del Universo en la mano?

Me giré y avancé hasta el tablero. Sin ni siquiera sentarme hice una entrada tradicional. Peón del rey hacia el frente. Las blancas dominábamos el centro del tablero ahora. La partida acababa de empezar.

-Te diría que es como la manzana que le ofreció la serpiente a Eva. Un regalo maldito- y dicho esto me senté en una butaca de piedra que se alzó de la nada para recibir mi descanso.

Azael no avanzó ninguna de sus peones negros. Sacaba la caballería, amenazando a cualquiera que intentara avanzar.

-Solo los hipócritas humanos insultarían el regalo que les hizo su antepasado y además lo usaría. ¿Has pensado quizás que la manzana fuera el conocimiento que os trajo hasta donde estáis? Esa tecnología que la Iglesia intenta quitaros para que no podáis defenderos. Esa tecnología a la que te aferras porque es la única que puede protegeros contra seres ultraterrenales. ¿Un regalo maldito? ¿O una bendición a la que te aferras ahora?

Saqué el caballo, él su peón central. Saqué el alfil y amenacé a su caballo protegido. Una horda de peones oscuros comenzaron a custodiarlo.

-Entonces te diría que es un regalo peligroso. Una bendición para el humano que lo usa para el bien, y una maldición para los que lo usan para el mal.

Los peones oscuros avanzaron, contrarrestando el avance de los peones blancos. Pronto comenzaría la carnicería.

-Y vosotros...¿sois el bien, Isaac? Piénsalo bien. Solo sois un montón de mercenarios obligando a la humanidad a luchar, a resistir contra lo imposible, a cambio de dolor. ¿Le has preguntado a todos si ellos quieren luchar? ¿Por qué no mandar a los buenos al paraíso y los malvados al abismo? ¿Por qué tú y tu grupo de matones instigáis a la humanidad a que siga moribunda? Cuando ves a un ser querido que sufre, ¿no has deseado alguna vez que la paz del descanso eterno se le lleve para que deje su pena? ¿Por qué seguir sufriendo Isaac? Pensaba que querías la paz, pero insistes en obligar al mundo hacer la guerra, a sufrir, a que sigan vendiendo a sus hijos como carne de cañón, para nada...para lo inevitable. ¿Por qué no entregarse al descanso que se merece cada uno?

Me tomé mi tiempo pensar el siguiente movimiento.

-Porque el descanso que nos espera es el de los esclavos. El de aquellos que prefieren que les digan qué hacer o qué decir para ahorrarse la responsabilidad de decidir. Lo que tú dices sería negar el mayor regalo que nos concedieron. El regalo que todos vosotros ansiáis. El regalo que envidiáis y que os hace ser un grupo de seres poderosos, pero encadenados.

Los ojos de Azael relampaguearon. Sabía que le iban a dar donde más le dolía.

-No tenéis libre albedrío.

Y mi rey se enrocó suavemente, protegido de brillantes murallas blancas formadas por peones. Lo miré limpiamente.

-Nosotros elegimos luchar, y eso es lo que nos hace mejores que todas vuestras hordas. Aún tenemos una oportunidad. Aún tenemos esperanza.

El grito de Azael hizo retumbar la sima de mis pensamientos. Sus ojos se iluminaron y las puertas del infierno se abrieron en su mirada. Su aliento salía de su nariz envilecida, con un olor a azufre que hacía picar todo mi cuerpo. Azael volvió a mirarme, sus ojos se habían convertido en un foso de magma roja y amarilla.

-¡¿Crees que el Fin va a ser tan fácil como esta insulsa partida de ajedrez?! ¡Yo te mostraré cómo será realmente!

Su capa de sombras voló por encima del tablero y todas las piezas volvieron a su posición inicial.

"No, aquí hay algo raro...algo ha cambiado en el tablero"

Todas las piezas eran iguales. Miré las piezas negras de mi contrincante, todas eran la misma. La reina. Un ejército de reinas oscuras, formadas en pos de avanzar en todas direcciones devorando a todos los que se opusieran. Avanzando con celeridad, devorando sin piedad.

Por contra, miré mis piezas. Peones. Todas mis piezas eran peones. Peones lentos, peones que solo sabían avanzar hacia adelante, avanzando hacia la destrucción.

Azael seguía colérico, señalando el tablero.

-¡Esto, esto es lo que os espera a los humanos en el Fin! Una masacre. Solo avanzáis a vuestra destrucción. ¿Por qué no poner las cosas fáciles? Los peones no tienen nada que hacer contra un ejército de damas.

Mi tímida sonrisa se iluminó parcialmente. El brillo de la esperanza.

-No si todos los peones avanzamos juntos.

La partida empezó, y entonces intenté mover los siguientes peones...y no pude. Algo no me permitía levantarlos.

Azael lanzó un alarido infernal y entre lo que parecían rugidos pude percibir la risa más cruel que jamás pude llegar a escuchar.

-Sí, Isaac...si avanzáis todos juntos, si está unida, la humanidad puede tener una oportunidad. Pero dime una cosa.

"¿Lo estáis?"

Y ante la falta de mi respuesta, Azael se desvaneció en humo y me quedé a solas con mi tormento. No podía mover los peones porque todos ellos eran personas con su propio albedrío. Ellos decidían si avanzaban o no, no yo. Nada dependía de mi, nunca había sido así. Por una maldita vez odié que así fuera. La salvación estaba en manos de todos, pero bastaba con uno para condenarnos a todos. Tendría que confiar en mis semejantes y en su humanidad, como siempre había hecho, pero lo que viene ahora nadie lo ha enfrentado nunca. Una pregunta resuena en mi interior haciendo eco en mi alma descosida.


¿Estaremos unidos cuando venga lo peor?