miércoles, 26 de agosto de 2009

Despedida.


Si estáis leyendo ésto es que ya no estoy con vosotros.
¿Qué deciros? Siempre habeis sido mi pequeña gran familia y si tuviera que volver a morir por vosotros, lo haría. Nunca olvidéis los buenos momentos, que por suerte superan los malos.
Ha llegado el momento, debéis continuar, seguir adelante, sois fuertes, los dos. No tengáis pena, siempre, siempre estaré con vosotros, porque lo juramos, juramos que nunca nada ni nadie nos separaría. No podré olvidaros, solo nosotros sabemos por todo lo que hemos pasado juntos.
Amelia, siempre has sido una quejica cascarrabias, pero, pequeñaja, te quiero, por todo.
Isaac, compañero de armas, hermano... por todas esas cervezas que no podremos tomar y por todas las que tomamos. Vago y pasota, pero, ¿sabes? Has sido como mi hermano pequeño.
Os velaré cada noche. Gracias por haberle dado sentido a mi vida.


•••••••••••••••••••Duncant•••••••••••••••••••


Si estoy leyendo esto, es que soy la persona más infeliz de esta maldita tierra, y que mi vida se esta volviendo una pesadilla y no parece que vaya a mejorar.
Que decirle a alguien que ya se ha ido…se nos fue la sonrisa del grupo.
El único consuelo que tengo es que esto no es un adiós, es un hasta pronto, pues poco me queda en esta vida y nos volveremos a ver, y lo que me más me debe preocupar es que sentiré vergüenza en el cielo estando al lado de un santo como tú, siendo yo un hereje. Para que engañarnos, estoy destrozado, me atormenta la idea de no poder haberte salvado, o no haber muerto yo.
Si alguna vez le he dado sentido a tu vida, puedo sentir un pequeño alivio en mi carga.
Lo peor es que no le dije nada a Amelia aún. Ninguna palabra de consuelo Ella debe estar peor que yo. Pero ¿que le puedo decir? Yo no quiero hablar con nadie, pensé que a lo mejor a ella le ocurría lo mismo. Me mostré muy incomprensible con ella. Me pongo muy nervioso cuando se me acerca.
Ya puedo esperar lo peor de este mundo, creo que no volveré a ser el mismo. Ahora no puedo sentir nada. Quiero largarme de este maldito pueblo, pero Kanpekiel se niega de momento.
En cuanto a ese demonio bastardo que se hace llamar hombre de fe, tiene una bala del arma que me diste, en el cráneo. No te devolveré el arma, porque sé que aún conservas tu fe de hierro, una fe que no te cegaba y permitía hacer lo correcto a pesar de tus creencias, cosa de los que muchos no pueden presumir.
Me gustaría tener tu fe en estos momentos de dolor. He rezado el rosario tantas veces que he perdido la noción del tiempo. El mundo se ha vuelto gris.
Es curioso…yo creía que el hermano pequeño siempre habías sido tú.
Y tranquilo por las cervezas, que yo beberé por los dos.
Vaya, debo dejar de escribir. Se está poniendo el sol y estoy lejos del pueblo, creo que anduve demasiado.
Es el momento de que diga adiós…de momento.
No te preocupes por Amelia, aunque no le haga falta, cuidare de ella.

Descansa en paz, no en el olvido.

Isaac.

sábado, 22 de agosto de 2009

Conversaciones a oscuras.

Entre tinieblas buscaba acariciar el sonido del romanticismo. Y entre penumbras allí lo hayé, pues siempre estaba en el mismo lugar, y allí debía permanecer en la oscuridad. Abrí delicadamente sin poder ver, la caja de que guardaba sonidos por arrancar. Sin embargo, se asustó, pues estaba muy oscuro, y era evidente que no eran horas.

-¡Recontracorcheas y semicorcheas!-maldijo el asustado.-¡Por las claves de sol y fa!¿Qué horas son estas?
-No puedo dormir.-dije a modo de disculpa mientras le acariciaba sus dientes de marfil.
-Vaya, pues no te quejes por el calor, que a mí la humedad me deja para el arrastre y nunca me quejo. Y encima, solo me afinan una vez al año. Uno tienes también sus necesidades y no está hecho de piedra ¿sabes?-soltó malhumorado y después comenzó a murmurar para sí mismo-¿Mmm?¿Cómo sería ser de piedra?
-No, no es el calor, solo los ángeles, que me han desvelado. Tranquilo solo ocuparé un poco de tu tiempo.
-¿Tiempo?¡Tempo!- me corrigió mi interlocutor irritado.
-Eso, tempo.
-Pues nada, a su disposición señorito, más le vale que me utilice para buenos fines, a veces no me gusta ni a mí escuchar mi propia voz, así que cuidado con lo que me haces decir, o a ver las melodías que me sacas...
-Oye, solo quería unos nocturnos...
-¡Chitón! A mi me construyeron para ser escuchado, no para escuchar, así que callate y empieza. En cuanto a los nocturnos, de Chopin ¿no?-no me dejó ni contestar y siguió la parrafada- Es lo más acertado que ha pasado por tu cocorota, ya que es de noche. Nocturnos, noche ¿Lo pillas?-ni siquiera intenté disimular ante un chiste tan malo, si es que a eso se le puede llamar chiste.
-A veces no sé ni cómo te soporto. Diez años aguantándote.
-Já. ¿Y crees que yo no te tengo que soportar? Maldito niño. Empecemos cuanto antes.
-Encenderé la luz.-dije mientras lo acompañaba con la acción.
-Argggg ¿Pero qué haces? Es de noche y hace luna llena. ¿Qué mejor manera de tocar un nocturno que a la luz de la luna y a oscuras.
-Tienes razón. Y ahora, cállate.-le pedí mientras me situaba frente a él.
-Dudo mucho que eso pueda ser, si quieres continuar.-me advirtió él, que era lógico, incluso antes de empezar, me cansaba.

La última nota se apagó cuando la noche se consumió.

martes, 18 de agosto de 2009

Esto es agonía.

Raziel esperaba paciente detrás de la gran puerta de grandes adornos, esperando que en cualquier momento le dieran la orden de entrar en el Gran salón de los Pilares, donde, entre ellos, como signo de irónica blasfemia, se situaba el trono de Kain.

Se contaban muchas historias sobre su señor Kain, pero nunca se sabía si eran verdad o meras leyendas que arrastraba el tiempo.

Se estaba impacientando y sus garras empezaban a arañar el suelo, cambiaba continuamente el peso de su cuerpo de una pierna a otra mientras se colocaba adecuadamente la capa que solo cubría su brazo izquierdo, con la marca de su clan.
Raziel era el primogénito y lugarteniente de Kain al cuál había servido durante 1000 años, y, obviamente antes había sido mortal, como todos los vampiros.
Se abrió la puerta y Raziel se dispuso a entrar, con paso firme, pero realmente temeroso del desenlace de toda aquella situación.

Cuando entro salió de la oscuridad, y entró en el Salón de los Pilares, cuyos pilares antes sanos y hermosos que se alzaban hacia el infinito cielo se mostraban en un estado bastante lamentable.

Vio a sus hermanos de pie ante el trono, con los que estuvo en los albores del imperio de Kain, como meros espectadores de lo que allí iba a ocurrir. Sus hermanos, al igual que él, también poseían sus propios clanes.
Kain, como siempre, estaba en el trono incrustado en el pilar del centro del salón circular, acariciando el mango de su querida espada que poseía una empuñadura con una calavera que mostraban unos colmillos vampíricos y la hoja presentaba unas ligeras sinuosidades dándole un estilo extraño y especia. De ella se contaban que estaba poseída por un espíritu que antaño devoraba las almas de sus enemigos…La Segadora de Almas.

Los clanes, continuamente evolucionaban obteniendo características menos humanas, y más…podría decirse más divinas. Kain solía evolucionar primero, ya que era el señor, presentando nuevas dotes a sus vástagos vampiros, que más tarde le imitarían.

Pero esta situación era especial, insólita, una blasfemia, pues Raziel se había adelantado a su señor en el camino de la evolución.

Se postró ante Kain, dando muestra de obediencia a su señor, y, ante la sorpresa y envidia de sus hermanos, Raziel comenzó a mover algo que tenía en su espalda, que temblaba tímidamente y daba la sensación de no saber como hacerlo, hasta que finalmente, con dificultad y violencia, las abrió…alas.

Se produjo un silencio sepulcral espantoso en la sala, y Raziel agachó la cabeza consumido por la vergüenza.

El rostro de Kain mostraba la indignación de ser testigo de una horrible herejía, la mueca de alguien que es insultado brutalmente. Se levantó y se acercó a Raziel, que se relajó porque su amo no llevaba consigo la Segadora de Almas. El padre de los vampiros comenzó a dibujar vueltas sobre Raziel sin dejar de prestar atención las alas que no habían poseído nunca los vampiros, a excepción de los antiguos.

Kain empezó a inspeccionar las alas tactilmente, y de un golpe fugaz y cruel le arrancó con las garras las alas. El dolor era insoportable…y el juzgado se rindió al dolor.
Raziel se despertó y dos de sus hermanos le sostenían por los brazos.
Se encontraba en el Abismo. Ante él se mostraba un gran precipicio donde unas corrientes enormes de agua giraban en círculos a una velocidad de vértigo. Esta imagen no le hubiera sorprendido si no fuera por lo que iban a hacer con él en ese abismo, le iban a arrojar. Ese era la condena de los traidores y débiles, ser arrojados al abismo ardiendo por toda la eternidad.

La condenación eterna…

Después, horrorizado, escuchaba como su maestro y amo decía con suma frialdad:

“Arrojadlo”




Lo empujaron sin dilación…



…sin compasión…


…sin pena…



…sin clemencia.

Raziel caía en el vacío gritando con odio e impotencia. Su caída fue eterna, hasta que entró en contacto con el agua, para los vampiros el contacto con este elemento es arder en una hoguera infinita, sin poder llegar al descanso eterno nunca.
Su primer contacto con el agua fue horrible, fue un contacto ardiente y abrasador. Las entrañas le ardían desde el mismísimo interior de su ser, implorando amnistía, perdón, arañándose con sus garras para sentir otra cosa que el ardor que le consumía, pero no había marcha atrás y siguió ardiendo en las profundidades del abismo donde no existía ni un atisbo de luz, ni una esperanza. Sus primeros cinco minutos en su condena eterna le pareció una eternidad y a la vez el tiempo se había detenido…y asi pasaron mil años.


Mil años de agonía.

Entonces, y solo después del milenio, sus plegarias fueron escuchadas.

Se despertó en un lugar extraño, cubierto con un velo de luces espectrales azuladas, empezó a examinar su cuerpo. Su cuerpo solo mostraba una sombra de lo que antes había sido…su cuerpo solo mostraban músculos que habían adquirido un color extraño, sus ojos brillaban de odio, pero había algo peor…

Había perdido la mandíbula inferior y se cubrió la parte mutilada con la capa que marcaba su clan, como una bufanda, pero no le importó en absoluto porque…



…Estaba vivo.
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http://www.youtube.com/watch?v=Gm_wrZSJmJk

domingo, 2 de agosto de 2009

Un final, siempre es un comienzo. Epílogo de los Ángeles de la Muerte. Introducción del verdadero camino.

El miquelita Kanpekiel volvería al Firmamento Miquelita en Roma Aeterna y se labraría un breve reconocimiento por el levanto del asedio en los campos de la antigua Zurich (la Iglesia Angélica por supuesto nunca conoció el apoyo de los heréticos petirrojos). A partir de aquello, se le encomendaron misiones más trascendentes. Más adelante descubriría que es el hijo, por tanto, elegido del Arcángel Miguel, del que hablaba el gabrielita Miguel en su profecía en el Bautismo.
La urielita Galadriel continuaría bajo el liderazgo de Kanpekiel, y seguiría siendo el Ojo de la Compañía, y presumo creer que se enamorará de un nuevo compañero de la compañía.
El gabrielita Miguel, como ya describí, no volvería a ser el mismo, y nadie debe dudar de esto, o la ira del Señor caerá sobre su cabeza. Dejaría de ser el Ángel de la Muerte para convertirse en el liante oficial de la Compañía.
Zamiel, el Ramielita, entraría en la Compañía de Kanpekiel después de perder la suya en la batalla, aportaría sabiduría al grupo, pero moriría trágicamente en un nido de Engendros. Aunque no lo hubiera hecho de no ser porque Galadriel llegó tarde a socorrerle, al contrario que en el relato anteriormente descrito.
Noxel, el curador Rafaelita que salvara de la muerte a Amelia, entraría en la Compañía para sustituir a la caída en combate Alariel, que Dios acoja en su seno. Noxel acabará enamorándose de su compañera Galadriel, la cual le correspondería.
Al gabrielita Raifel se le levantaría una humilde y modesta tumba simbólica en los campos de la antigua Zurich, allá dónde desapareció el Inferno que su supuesto sacrificio hizo desaparecer.
El cuerpo del General de los Herejes, el Maestro de los Tentados, el Engel oscuro Arceón nunca se encontró en el campo de batalla.
El Sargento Gorke volvió a despaparecer con los Petirrojos pero seguiría velando por sus muchachos y nunca los dejó en la estacada.
Jacqueline, Templario Negro, hija de un diádoco francés, dejó la Orden y se quedó a vivir en la antigua Zurich, limpiando la tumba de su hermano de armas, el enorme y deslenguado Jacob; las hijas del caído fueron liberadas por la Inquisición al conocer la suerte del hombretón y pasaron al cuidado de la francesa.
Johann, el erudito de la 6º Compañía de Templarios Negros, perdió un brazo en la batalla de la antigua Zurich y tras años de viaje y estudios por Europa, ingresó en un monasterio Ramielita, en Praga.
Duncant, Amelia e Isaac, fueron los únicos de la 6ª Compañía de Templarios Negros que volvieron al Temple de la Orden en las afueras de Roma AEterna. Allí, al ser 3 los únicos que volvieron (eran 9) fueron nombrados Electis, es decir, Templario elegidos para tareas importantes y con el honor de poder ser enviados de misión con Engels, todo un honor para un Templario. Los tres acabarían de misión con la Compañía de Kanpekiel, y lo que era una simple misión ,se convirtió en algo más oscuro, pero esa es otra historia (esto solo era una introducción a esta historia, que es de Danielle, master de Enge ^^)
Lois, la niña huérfana, acabaría cayendo en desgracia, acabando en el tráfico de esclavos se reencontraría con Isaac, como ya vaticinó, y éste, con recursos monetarios otorgados para una misión encomendada por la Iglesia, lo consumió para liberarla. Finalemente quedó a su cuidado, y acabó convirtiéndose, según Lois, en su padre. Para el que no lo sepa, que lo dudo, Lois es el Oráculo que mencionó Arceón en la batalla.
Los ataques que se realizaron en toda Europa en el relato se dieron por el hecho de ir preparando el terreno para la Gran Guerra entre Dios y el Señor de las Moscas, cuyo elemento decisivo sería el Oráculo. La guerra no ha hecho más que comenzar su Gran Fin. Y el final, aún no está escrito.



Fijaos a dónde he llegado sin darme cuenta. Me he pasado un poco ¿No? Se supone que iba a ser un relato algo breve y poco pesado.

Aquí se acaba el preludio de lo que será el verdadero camino de estos valerosos Engels. Un camino arduo y tramposo, donde serán puestos a prueba constantemente, no solo físicamente, sino espiritualmente. Un camino medio recorrido hoy día, y que espero que acabemos todos juntos hacia un gran desenlace. En ese camino lucharán, sentirán, discutirán,caerán, amarán, reirán y llorarán juntos, se cuestionarán su naturaleza, su fe, y su misión en la Tierra y durante su camino evolucionarán hasta el punto de, que echar la mirada atrás, no se reconocerán.
Pero esta historia, es contada por otra persona, por la originaria y verdadera creadora del camino de estos Engels, y algunos humanos, tan valerosos y dispuestos como los enviados del Señor, pero no tan reconocidos por ser meros mortales.

Pido perdón por cojer los personajes prestados a Hirohisa (Kanpekiel), Belzeenef (Galadriel) y en general a toda la trama y personajes secundarios a Daniella, la verdadera mente de toda esta historia y, bueno, a Porrauron no, porque me lo prestó para que escribiera con su personaje (el famoso Miguel, solo famoso por nombre Herético). Espero haberle hecho justicia a vuestros personajes y a la historia.

Espero haber creado un relato decente para el preludio de tu historia, Danielle.

Y aunque no sea un escritor medio bueno y con el riesgo de parecer idiota, voy a dar las gracias a los siguientes porque me da la gana, eah:

A Belzeenef, también conocida como la urielita Galadriel, el Ojo de la Compañía, que siempre envidiaré su manera de escribir.
A Hirohisa, o también el frío y oscuro perfeccionista Kanpekiel, Líder de la Compañía, que me intrudujo en este fantástico (no podía ser de otra manera) mundo.
A Porrauron, o también el gabrielita Miguel, el Ángel de la Muerte de la Compañía, por ser el primero en leer mi humilde y soso relato, aunque a él le gustara porque he engrandecido demasiado a su personaje Miguel.

Por último pero no menos importante a la mente creadora de todo este embrollo, y la que soportó la lectura de la larga e insulsa historia de mi personaje. A Danielle, que le dió alas a mi imaginación.

Y bueno, como ya sabéis, yo, Templarius, no podía nada más que ser el menospreciado Isaac, Templario Negro.

En fin, el que haya llegado hasta el final...le pego un cocotazo por haberse tragado semejante tocho.